Por Martín Palma MelenaPor estas fiestas todas las series de televisión abordan el tema de la Navidad… Y no fue la excepción con
Sabrina, la bruja adolescente, una nueva versión de
Hechizada, con algunas modificaciones, como la presencia de un gato negro que habla.
El capitulo de
Sabrina… sobre la Navidad lo vi esta semana de manera fragmentada, en el televisor que un restaurante tenía para los comensales, entre los que estaba yo, pero alcancé a atender una escena de dicho programa en la que un señor le decía a la brujita protagonista que no se hacía muchas esperanzas con la Navidad, porque de esa forma
si no se ilusionaba tampoco se decepcionaba… El comentario fue de un pesimismo tal que más bien desató las risas en
off (dicho sea de paso, detesto la risas en
off, porque pareciera que a uno quisieran programarlo para reír).
Al parecer este sujeto había tenido en el pasado navidades muy frustrantes y no quería que ahora le ocurriera lo mismo, así que mejor no se hacía esperanzas para no entristecerse… Sin embargo, después comprobé que ficción y realidad no siempre estaban muy distanciadas…
Al día siguiente salí a correr temprano y me encontré con un conocido. Hablamos de todo un poco, del clima, de las noticias en las primeras planas del kiosko frente al que estábamos parados. Y de pronto vino a colación el tema de la Navidad. Me comentaba que las Navidades de ahora ya no eran como las de antaño, que antes por estas fechas él solía enviar regalos o tarjetas navideñas a todos, pero que ahora ya no lo hacía cuando notó que sus esmeros no eran correspondidos. No lo dijo con dramatismo, más bien con una mezcla de escepticismo y cinismo, como quien un poco más y te decía que él ya no creía en esas tonterías…
En realidad yo tenía la sensación de que en su historia había todo un contexto que me estaba omitiendo, después de todo tú cosechas lo que siembras, y además no regalas para que te regalen, o no saludas a los demás por fiestas para que necesariamente hagan lo mismo contigo, pero es muy difícil que de cada diez personas de las que te acuerdas, por los menos una o dos no sepan corresponder a tu gesto, y ya en el peor de los casos…
En realidad había algo en común entre el episodio de la brujita adolescente y el dialogo con mi amigo. Tal vez en estas navidades te mueres de ganas ya no de hacer un regalo sino de siquiera saludar a tal o cual persona, incluso a aquéllas de las que te has distanciado por razones diversas. Pero no lo haces no por egoísta, sino
por evitarte la frustración de no ser correspondido… Y por eso te terminas aislando, pero dónde sabes que ese saludo que quieres dar el otro realmente lo espera, y precisamente de ti… Cómo sabes que esa persona con la que te has peleado está hambrienta de reconciliación, pero cuando te mira se mantiene displicente más por timidez que por orgullo. Y claro, como los dos son orgullosos continúan aislados. Pero en tal caso ¿alguien no debería romper ese círculo vicioso?
Claro que cuando quieres tomar la iniciativa siempre está el riesgo a la frustración (y esto para todo, sea en el amor o en los negocios). Es cierto que
sin ilusión no hay frustración, pero
¿vas a perder tu capacidad de ilusionarte sólo por el temor a la frustración? O dicho con ese pragmatismo tan de moda hoy en día:
¿acaso hay alguna ganancia sin riesgo?
¿Por qué no te arriesgas a saludar ya no a quienes te caen mal sino sólo a quienes hace tiempo ya no ves por el motivo que sea? Y ¿si las cosas no son cómo piensas? Y ¿si son sólo los espejismos de tus prejuicios los que te esclavizan haciéndote creer que fulano o mengano es un intratable? Y si ya en el peor de los casos, que no creo, esa persona contesta mal tu saludo de Navidad ¿quién sabe si en realidad sí disfruta de tu gesto aunque no lo demuestre por temor, porque en el fondo es frágil y toda la vida ha estado con un blindaje que ya no sabe cómo sacárselo? Y si de diez con los que te arriesgas sólo uno sabe corresponder al gesto, ¿no crees que aun así el esfuerzo bien valdría la pena? Y este último sería el peor de los casos, muy improbable en términos estadísticos...
Ahora, puedes ser más audaz y saludar justo a ese fulano o fulana que te cae pésimo. ¿Qué mejor ocasión para desconcertarlo? Pero tampoco pido tanto, aunque ya dicen que en Navidad suelen ocurrir milagros… Pero ¿por qué no hacerlo aunque sea para romper el círculo vicioso de los enconos, alimentado muchas veces más por la indiferencia que por las propias peleas?
Por otro lado, el odio sólo envenena al que odia y no al odiado… Hasta
El Padrino interpretado por Al Pacino decía, más o menos, que no había que odiar al enemigo porque de lo contrario no se pensaba bien… Aunque sus razones eran más pragmáticas que altruistas… Pero vamos, por algo se empieza…
Puede ocurrir también que en el fondo sepas que si saludas a todos por Navidad tengas el éxito garantizado, porque confías en tu irresistible carisma, pero no lo haces porque simplemente no te da la gana, porque para qué te vas a reconciliar con ese idiota si tarde o temprano se van a terminar peleando de nuevo… Tal vez eso pueda ser cierto, pero el problema ya es tuyo… Y quién sabe si él se pelea contigo no por el motivo aparente, usualmente una tontería, sino por un motivo más real: querer un poco de tu atención, señor o señorita carismático (a)… Y quizás por esa iniciativa ganes un amigo de por vida… En realidad todos en el fondo somos así de infantiles… ¿Qué soy demasiado optimista? Tal vez, debe ser la Navidad…
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