jueves, febrero 22, 2007

Babel: más cercanos pero también más lejanos


Babel (U.S.A., 2006) es una cinta conformada por algunas historias paralelas que, aunque ubicadas en diferentes partes del mundo, están vinculadas entre sí no sólo por algunas aristas argumentales sino además por el mensaje de fondo de que, sin importar qué distanciados estemos geográficamente, nuestras vidas están entrelazadas y nuestros actos individuales tienen repercusiones sociales y hasta mundiales de formas insospechadas; no obstante, seguimos viviendo recluidos en nuestra propia burbuja, más allá de la cual todo nos resulta indiferente o desconocido o desdibujado por los lentes empañados de nuestros prejuicios…

En suma, las historias de Babel nos muestran lo tan interconectados que estamos hoy en día en algunos sentidos, pero lo tan distanciados que también estamos en muchos otros sentidos. En esta película nos sentimos reflejados en una aldea global que puede habernos puesto abruptamente cara a cara con personas que nos son muy distintas por muchas razones, pero como seguimos mirándolas a través de la idea que tenemos de ellas y no como realmente son como humanos, todavía no estamos preparados mental ni cultural ni emocionalmente para tal encuentro…

En Babel la sospecha y la incomprensión son recurrentes y planteadas de forma muy creíble, lo que nos motiva a buscar explicaciones, tal vez la realidad nos desborda y no tenemos tiempo ni capacidad para procesarla con la celeridad que exigen los tiempos actuales, entonces preferimos enmarcarla en angostos parámetros (siempre más fáciles de comprender), como por ejemplo las burdas generalizaciones o los prejuicios, que nos convierten en victimarios (y también en víctimas) porque quienes no son desconocidos y diferentes nos intimidan y si fracasamos en el intento de entenderlos (si es que realmente hubo tal intento) preferimos enclaustrarlos en nuestros estrechos esquemas mentales, y lo mismo hacen con nosotros quienes también nos perciben como desconocidos y diferentes. Y de allí que todos nos observemos recíprocamente con dichos prejuicios, atmósfera que nos vuelve más aprensivos y temerosos de que al menor paso en falso terminemos malinterpretándonos, estigmatizándonos y sufriendo incluso consecuencias graves. Es decir, prejuicios siempre ha habido, pero ahora más que nunca porque hemos sido embestidos por una realidad tan compleja y heterogénea que no logramos decodificar y que desesperadamente queremos ordenar ubicándola dentro de parámetros que nos parecen más familiares y seguros, algo que hace que la burbuja que habitemos siga reduciéndose cada vez más. Y de allí que a inicios del siglo XXI y en plena era de la Globalización estemos más cerca que nunca antes, pero también más distanciados que nunca antes.

Todas estas digresiones bien explicarían que en el panorama presentado por Babel los personajes no se comprendan o se miren con desconfianza o ya no como personas sino como estereotipos (una forma de empobrecer la realidad).

Así, si eres una mexicana que trata de cruzar la frontera hacia Estados Unidos con dos niños gringos que criaste desde que nacieron, pues lo más probable es que los hayas secuestrado o Dios sabe qué otras cosas.

Si eres un niño marroquí, y tu padre te regaló un rifle para cuidar a tus ovejas de los chacales, pero te pones a probar tu puntería con un autobús de turistas, en el que terminas hiriendo a una ciudadana norteamericana, pues nadie niega que hiciste algo grave y que hasta tal vez merecerías ser recluido en una correccional para menores, pero como eres marroquí corres el riesgo de que ya no sólo tú sino toda tu familia termine identificada como terrorista y hasta acribillada; corres además el riesgo de que las autoridades norteamericanas crean de que Marruecos ya no es un destino turístico recomendable porque hay células terroristas…

Si eres un turista norteamericano cuya esposa fue herida en Marruecos por una bala perdida, pues te expones a que el resto de turistas, incluso compatriotas tuyos, terminen abandonándote en algún remoto pueblo, porque qué pena lo que le pasó a tu cónyuge pero todos estamos apurados…

Si eres una adolescente japonesa sordo-muda, las cosas no te serán menos desfavorables… Si ya los que pueden hablar y oír les es difícil entenderse y se muestran indiferencia, entonces ¿a ti qué te queda? Pues otorgar tus favores sexuales ya no por dinero, porque lo tienes y no lo necesitas, sino por un poco de afecto, por una simple caricia…

Si eres un padre japonés y quieres mostrarle a tu hija que te preocupas por ella, que quieres hallar un espacio dentro de tu estrecho horario para salir juntos y conversar y conocerla más, pues ella preferirá dar prioridad a las salidas con sus amigas pero sin dejar de enrostrarte lo desconsiderado que eres y la poca atención que le brindas… Y tú quieres comprenderla pero no sabes cómo pues ambos no sintonizan…

Por tanto, lo que me sugirió Babel es un mundo donde ya no somos personas individuales, únicas e irrepetibles, sólo somos perfiles… Me explico: si somos latinoamericanos o musulmanes, pues tengamos cuidado porque al menor error podemos despertar sospechas; si somos norteamericanos pues ni se nos ocurra pedir ayuda por haber pasado por un mal momento, pues nuestra sociedad puede perdonar nuestros excesos y escándalos, pero nunca nuestros fracasos, ya que finalmente Adam Smith decía eso de que, en la Libre Competencia, la ambición individual se traduce indefectiblemente en el bienestar común y, por ende, debemos ser individualistas a más no poder, y esa cuestión de la solidaridad atañe ya a la beneficencia o al Ejercito de Salvación, y bastante tienen los demás con sus propios problemas e intereses, y si los descuidan para ayudarnos ya no podrán contribuir al bien común, el que bajo esa lógica individualista nos exige vernos como competidores o con indiferencia y no como hermanos, mentalidad reflejada incluso en situaciones muy puntuales, como aquella ya mencionada escena donde un turista es abandonado junto con su esposa herida… (Valga la aclaración: siempre me ha parecido contradictoria esa frase de que la ambición individual ayuda al bien común, y ¿qué pasa si nuestras ambiciones colisionan con la de los demás? En fin, no quiero salirme del tema…)

Esta película también me sugirió que incluso un entorno donde estemos rodeados de gente de nuestra misma lengua y cultura puede resultarnos una Torre de Babel, pues finalmente la comunicación no es sólo verbal, ya que literalmente podemos tratar de decirnos muchas cosas pero emocional y mentalmente nunca sintonizamos. Dicho de otra forma, lo que hace que vivamos en una Torre de Babel no es que tengamos idiomas o culturas diferentes (obstáculos no insuperables si hay buena voluntad) sino que seamos egoístas e incapaces de captar las necesidades ajenas… Y si eso sucede con nuestro círculo inmediato ya qué podrá ocurrir en otros círculos…

En este contexto, incluso nuestro mundo cada vez más interconectado lejos de acercarnos puede distanciarnos mucho más, ya que las nuevas tecnologías de la información sólo servirían para reproducir a escala mundial nuestros malos entendidos, cuyas consecuencias podrían ser desproporcionadas en relación al hecho que las provocó. Y esta situación es muy viable mientras nos sigamos viendo como unos desconocidos, como islas entre las que no hay ningún puente…

Y no es que no podamos entendernos sino que o somos ociosos (en algunos casos) o temerosos (en la mayoría de ellos) o demasiado egoístas para conocernos un poco más cuando nos percibimos como diferentes, y por eso nos vemos no como personas sino como imágenes distorsionadas por esas ventanas empeñadas que son nuestras ideas preconcebidas: es decir, más fácil es pensar que todos los latinoamericanos, musulmanes o norteamericanos son respectivamente posibles ilegales o terroristas o imperialistas prepotentes; mucho más difícil es persuadirnos de que cada persona es única e irrepetible, que nunca está determinada por su origen y que en todos lados los hay buenos y malos, sea en China, Ecuador o Suecia; mucho más difícil es ver más allá de los prejuicios para descubrir a la persona particular y concreta; mucho más difícil es salir de nuestro ensimismamiento, que incluso podría conducirnos a que sintamos como una Torre de Babel nuestro propio hogar, y a que nos volvamos tan sordos y mudos como aquella adolescente japonesa de este film…

Babel indudablemente lleva aspectos de la realidad a extremos, que son inquietantes no por como son dramatizados sino por lo verosímil que nos resultan… De pronto no nos parece descabellado que las historias paralelas de esta cinta realmente puedan ocurrir, y eso es lo que nos deja desconcertados…



Datos de la película

Babel. Guión de Guillermo Arriaga. Dirección de Alejandro González Iñárritu. Actores. Brad Pitt, Cate Blanchett, Rinko Kikuchi, Adriana Barraza, Mohamed Akhzam, Gael García Bernal, Elle Fanning, Nathan Gamble y Koji Yakusho, 2006.
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miércoles, febrero 14, 2007

Aborto o no aborto, he allí el ¿dilema?

Por: Martín Palma Melena


He leído un interesante artículo en el blog de Santiago Roncagliolo acerca del referéndum sobre la despenalización del aborto en Portugal.

A mi parecer, el autor peruano no asume una posición, sino sólo pretende exponer los pros y contras tanto de la penalización como de la despenalización del aborto, para que cada quien saque sus conclusiones. Sin embargo, creo necesario aportar algunos criterios de discernimiento ante un tema tan controvertido.

A grandes rasgos, destaco del texto de Roncagliolo dos puntos que llamaron mi atención: primero, el aborto presenta un dilema ¿insalvable?; segundo, legalice o no el aborto, una sociedad siempre tendrá un mismo saldo, un panorama sombrío.


El dilema

Con respecto al primer punto, Roncagliolo apunta:«En el plano moral, la decisión es qué valor debe primar: la vida o la libertad. Hay razones para defender ambas posturas» (Roncagliolo; mis destacados).

Al respecto, cabe destacar que sea en el plano moral o jurídico los dilemas de valores siempre van a existir, pero un primer paso para resolverlos es estableciendo cual es el valor más predominante dentro de una jerarquía de valores.

Pero alguien muy suspicaz podrá preguntarse ¿quién decide que en tal jerarquía un valor sea más predominante que otro? ¿Acaso es posible llegar a un consenso al respecto en un mundo de opiniones e intereses contrarios donde toda verdad es supuestamente relativa? La respuesta se facilita teniendo claro cuáles son los medios y cuáles los fines.

Así, por ejemplo, en el aparente dilema entre la dignidad de la persona y la libertad de expresión, lógicamente lo primero es lo que predomina porque da fundamento a y es el fin último de lo segundo.


Por tanto, si tengo libertad de expresión es sobre todo porque soy una persona con dignidad que tiene derecho a expresarse o, dicho de otra forma, la libertad de expresión es el medio mediante el cual se reafirma y se confirma ese fin último que es mi dignidad de persona… Si soy periodista y ofendo a alguien pues no tengo impunidad alegando la libertad de expresión (un medio) para justificarme por haber dañado la dignidad de alguien (un fin).

Tal vez todo esto sea muy obvio, pero hoy en día pareciera que lo obvio ya no lo es tanto, desde que el dilema entre el valor de la libertad y el de la vida ya no resulta de fácil solución, pues simplemente ya no tenemos claro cuál es el medio y cuál el fin… Y es que finalmente la vida es fin y fundamento último de la libertad… Si tengo derecho a la libertad es porque éste derecho tiene como fin y fundamento último la dignidad de mi vida…

En las mujeres, por ejemplo, sus legítimos derechos a la misma igualdad de oportunidades que los hombres y al desarrollo profesional son medios por los que se confirma y reafirma el fin y el fundamento último de todo derecho que es el valor de la dignidad de la vida. Dicho de otra forma, si ellas son bien merecedoras de esos derechos legítimos es sobre todo porque éstos se sustentan en la dignidad de sus vidas (porque sobre todo son personas con dignidad), valor que es la piedra angular sin la cual se desmoronaría la edificación conformada por todos los Derechos Humanos que podamos imaginar…

Así, es indudable que existen muy buenas razones para defender el valor de la libertad y el de la vida, pero es indudable también cual de los dos valores debe primar en caso de un aparente dilema, y ese valor sería el fin y fundamento último ya no sólo de la libertad sino de todo derecho: la vida.

En realidad todo dilema de valores siempre es aparente porque un valor es el que siempre debe primar sobre el otro.


¿Aborto o no aborto el saldo es el mismo?

Con respecto al segundo punto, Roncagliolo señala:«Ahora bien, la discusión sobre cualquier ley debe considerar otra pregunta, y es: ¿qué tipo de sociedad se construye con ella?» (Roncagliolo; mis destacados).

Dicho esto, el escritor peruano se pone en dos hipótesis, en la de la una sociedad con aborto y en la de una sin aborto.

En referencia a una sociedad sin aborto, él escribe:

En una sociedad sin aborto, más que los niños no deseados, se multiplican las profesionales no deseadas. Ellas pueden amar a sus hijos y educarlos bien, pero encuentran más dificultades para desarrollar una vida fuera de la familia, su nivel de formación es menor, y el tiempo que pueden dedicarle al trabajo también. Eso las vuelve más dependientes de los hombres. Y, por cierto, resta competitividad al mercado. Las democracias capitalistas más desarrolladas son aquellas en que la mujer se ha puesto a producir y a consumir en mayor grado. Y eso sólo es posible desde que existen métodos de contraconcepción e interrupción del embarazo que permiten a las mujeres controlar la maternidad (Roncagliolo; mis destacados).


Bajo esta lógica, en una sociedad sin abortos, cuanto más niños más mujeres profesionales frustradas y por ende ¿habría que permitir el aborto? No digo que esto último sea lo que Roncagliolo afirma pero es lo que tranquilamente podría inferirse…

Para empezar, no termina de convencerme esa ecuación de mayores nacimientos igual a mayores mujeres frustradas profesionalmente; ecuación que no la veo con la rigidez propia de por ejemplo la ley económica de la oferta y la demanda (Ley que dicho sea de paso tampoco me parece tan indefectible como la ley de la gravedad, incluso algunos dicen que la Economía más debiera ser una rama de Psicología porque tan exacta no es tampoco, pero ya ése es otro tema).

Entonces, eso me lleva a preguntarme si un nacimiento necesariamente frustrará la carrera de una mujer, y de ser afirmativa la respuesta, ese riesgo también debiera serlo de los hombres, porque finalmente los tiempos actuales exigen que ambos trabajen y ambos deban ocuparse de los quehaceres de la casa y de cambiar pañales, y de lidiar con los profesores del colegio, y etcétera… Definitivamente un hijo condiciona mucho el desarrollo de una carrera (pero tampoco significa que necesariamente la frustre, ya que afirmar lo contrario sería caer en un determinismo), pero ese riesgo deben asumirlo ambos, hombre y mujer, y no sólo ellas…

Entiendo que la mentalidad machista sigue subsistiendo en nuestras sociedades latinoamericanas (y también en otras consideradas desarrolladas), y por tanto la responsabilidad de la crianza de los hijos se la siguen atribuyendo a las mujeres, pero en todo caso el problema va más en la línea de un cambio de mentalidad: esto es, que la obligación de mantener económicamente el hogar, de criar a los hijos y de realizar las tareas hogareñas es obligación de la pareja, y no sólo de uno; así que si tu esposa está ocupada cambiando pañales a un bebé, pues tú te encargas de cambiárselo al otro; y si ambos no tienen tiempo pues se turnan; pero en las épocas actuales ya no existe eso de obligaciones sólo masculinas o femeninas…
Ahora, es innegable el riesgo de tener hijos, pero ¿acaso también no lo es enamorarse, casarse, emprender un negocio, escribir un libro y todas las mejores cosas de la vida? Y ya sugerimos que el riesgo lo deben asumir ambos, hombres y mujeres, porque la venida de un nuevo vástago exigirá sacrificar presupuesto y tiempo para obligaciones y compromisos laborales o sociales, lo que indudablemente podría traducirse en limitaciones profesionales, y estos sacrificios si son inevitables deben ser asumidos por ambos sexos… La pregunta no es si un nuevo hijo traerá consigo renuncias (siempre van a haberlas), la pregunta no es quién hará tales renuncias (ambos deben hacerlas), la pregunta es hasta qué punto hombre y mujer están dispuestos a sacrificarse por el recién nacido (pues no sólo ella debe hacerlo).

Por tanto, no sólo las mujeres sino también los hombres tienen al frente el dilema de tener un hijo o conservar la carrera o limitarla (o tal vez hasta sacrificarla). Y ya dijimos que todo dilema se resuelve estableciendo los medios y los fines: una carrera es importante para ambos sexos, pero sólo son medios para procurar bienestar a la familia, la que finalmente es el fin…

Claro que en última instancia se me dirá que finalmente la mujer es la que termina sacrificando la carrera, porque alguien tiene que hacerlo en una pareja, pero ¿tiene que ser necesariamente así? Yo creo que la realidad es mucho más compleja…

Por diversos factores puede ser que no sea posible dejar a los niños con nadie, puede ser que sea la mujer la que gane mucho más que el hombre, puede ser que sea el hombre el desempleado y ella la que trabaje (y no hay pocos casos de éstos), en tal situación, ¿por qué el hombre no podría ser el amo de casa?

Dirán que eso es muy difícil, que los hombres estarían acomplejadísimos, que los pobres siempre desean sentirse importantes… Entonces el problema ya no es que vengan niños al mundo, sino nuevamente la urgencia de un cambio de mentalidad y de entender que ya no existen obligaciones sólo masculinas o femeninas y que los roles tradicionales en la familia deben variar pues ambos deben asumir ambos roles según como se presenten las circunstancias, lo que no significa que por ello los hombres sean menos hombres y las mujeres menos mujeres… Así, ahora la cuestión no es preguntarse quién se encarga de cuidar a los hijos sino a quién le toca o quién tiene tiempo…Y si son los dos mejor…

Como ya dije, los dilemas y los riesgos en la vida son inevitables, y una carrera también los tiene, podemos perderla de la noche a la mañana por el clima tan inseguro de la Economía, donde en todas partes las fusiones y quiebras y adquisiciones y las reducciones de personal son el pan de cada día, pero finalmente qué es lo que más vale la pena, apostar por una profesión deslumbrante (pero siempre inestable por más segura que la sintamos) o por tener una familia, que finalmente es algo más estable pues siempre estará a nuestro lado en las buenas y en las malas… Ya sé que suena muy bonito, pero también muy cierto…

Como repito, los bebés conllevan riesgos que son innevitables pero que deben ser propios de ambos, hombres y mujeres, y los riesgos no son malos siempre que tengan un enorme sentido el asumirlos, y ¿quién puede negar que los hijos llenan de sentido la vida? En cambio, una buena carrera seduce mucho más, pero hoy la tienes y mañana ya no sabes, y entonces ¿qué sentido habrá tenido tu vida? ¿Con qué llenas el vacío y la frustración de haber dedicado tantos años de tu vida a un empleo en la que en una buena mañana te despidieron? No quiero dramatizar, pero si vamos arriesgarnos que sean por cosas más sólidas y seguras…

Con o sin profesión, con o sin hijos, los riesgos son inevitables, pero ¿cuál riesgo es el que tiene más sentido asumir tanto para varones como para damas? ¿Cuál es el fin de nuestra vida y cuáles son los medios? ¿Los hijos o la carrera? Y es que los dilemas siempre nos confrontarán aunque los rehuyamos, y serán fácil resolverlos sabiendo cuales son los fines y cuales los medios, como ya apuntamos…

En referencia a una sociedad con aborto, Roncagliolo escribe:

En una sociedad con aborto, en cambio, las personas tienen menos necesidad de formar familias. Michel Houellebecq hace notar en una de sus novelas que el occidente contemporáneo es la primera sociedad de la historia de la humanidad en que la gente no quiere reproducirse. Y es verdad. Las tasas de natalidad son más bajas en los países en que la realización individual de las personas no pasa por criar hijos. En un país con aborto, los profesionales –sobre todo las profesionales- dedican su energía a producir (Roncagliolo; mis destacados).


En general estoy de acuerdo, legalizar el aborto es debilitar la familia. Alguien puede abortar arguyendo que no es el momento más indicado para tener hijos. Y al final terminará concluyendo que ningún momento será el más indicado para tenerlos, porque siempre habrá un ascenso pendiente, ese viaje que no se realizo, ese automóvil cada vez más costoso que siempre querrá comprarse y que cada vez será más costoso todavía. Y de allí que existan por ejemplo en Europa unas tazas de natalidad tan bajas…

Entiendo que el problema es más complejo aún, pues un hijo adicional puede restar oportunidades a los que ya se tienen y el dinero no alcanza... Entiendo que la casuística es amplia y que no hay fórmulas generales y que ya deberá estarse en cada circunstancia concreta para saber cómo afrontar la venida de un nuevo hijo, pero lo que tengo claro es que matarlo no es la solución… Porque finalmente el aborto es eso, un crimen… Además, hay que resignarse: los hijos siempre van a restar el presupuesto e incomodan, pero tiene que seguir existiendo humanidad… De lo contrario, no hará falta que la humanidad se vuelva infértil como sugiere la película Hijos de los hombres (U.S.A., 2006) para que los niños empiecen a escasear…

Al final de esta última cita de Roncagliolo encuentro otra ecuación que tampoco termina de convencerme: «En un país con aborto, los profesionales –sobre todo las profesionales- dedican su energía a producir (Roncagliolo; mis destacados)». ¿Qué podemos inferir de esto? ¿Que mayor cantidad de abortos igual a mayor cantidad de hombres productivos, y sobre todo mayor cantidad de mujeres productivas? Es decir, ¿existe una nueva ley de la Economía que señala que a mayor aborto mayor producción y mayor ahorro…? En fin, tal vez Roncagliolo no tuvo intención de sugerir tal ecuación, tal vez lo estoy malinterpretando…

Al final, el escritor destaca: « ¿Es preferible un país de trabajadoras o de madres?» (Roncagliolo). Yo creo la pregunta debiera ser más bien si es preferible un país de trabajadores o de padres, y esto me lleva a preguntarme si acá realmente hay un dilema, porque ¿obligatoriamente hay que elegir entre ser padre o trabajador?… Y aunque tal dilema existiera será más fácil resolverlo, volvemos a insistir por enésima vez, descubriendo cuales son los medios y cuales los fines…

Esto no significa que no sea respetable la opción personal de un hombre o una mujer que decida no tener hijos y no porque quiera vestir santos… Puede ser que quieran cultivar una vocación azarosa como la de ser escritor o artista; vocación a la que le encuentra toda un sentido. Como ya dijimos, cada vida es un universo y la realidad no puede ser abarcada por fórmulas o teorías con pretensiones totalizantes…

Con todo esto, repito, no digo que Roncagliolo esté a favor del aborto, pero en una sociedad sin aborto las consecuencias que él plantea no me parecen tan indefectibles como las leyes de la gravedad (por ejemplo, más hijos igual a mujeres frustradas profesionalmente). Más bien en una sociedad con abortos algunas de las consecuencias que plantea sí me parecen indefectibles pero otras no: esto es, sí creo que a mayor abortos, inevitablemente mayor daño a la familia y menor taza de natalidad; no creo que en países con abortos, tanto mujeres como hombres profesionales se vuelvan más productivos, y es que ¿no será que más bien los hijos nos vuelven más productivos…? Ahora, una cosa es trabajar para vivir y otra vivir para trabajar, si los hijos son vistos como obstáculos para la producción ¿no se estará cayendo en lo segundo?
En suma, no creo que tanto en una sociedad con abortos como en una sin abortos el resultado siempre será igual de sombrío. En el peor de los casos, el panorama de una sociedad con abortos sí lo veo más grave

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