jueves, octubre 11, 2007

Los vacíos del matrimonio entendido sólo como contrato

Edward Burns y Heather Graham en la película Las Aceras de New York (la fuente es este portal)

Hace poco estuve leyendo en el blog de Marta Salazar, abogada y columnista del diario chileno La Segunda, el artículo titulado ¿Por qué a los alemanes les cuesta tanto encontrar una pareja, casarse y tener hijos? (ver bibliografía). Ella en su texto plantea una cuestión interesante: «Los expertos se preguntan por qué las mujeres universitarias o bien calificadas, con trabajo estable y con una vida bien organizada, no tiene hijos, es más, apenas se casan» ¿Por qué a los alemanes les cuesta tanto encontrar una pareja, casarse y tener hijos?»; mis destacados).


Esta interrogante apela igualmente a hombres y mujeres (aunque en la cita anterior se refiera sólo a las últimas) y refleja una tendencia más marcada en Alemania pero también presente en otras latitudes; interrogantes para las que algunos expertos ensayan algunas explicaciones que Marta nos comparte en su bitácora.

Sin embargo, aun cuando basadas no en datos demográficos sino en vivencias más cotidianas, otras explicaciones complementarias me sugirieron la película Las Aceras de New York (USA, 2001). Muchos me dirán que es poco serio responder desde una ficción cinematográfica, y todavía en Nueva York, una pregunta inicialmente planteada y respondida por expertos para el contexto alemán.

Pero sucede que esta ficción transparenta sobre el matrimonio una concepción no sólo muy común hoy en día sino posiblemente en la médula de problemas demográficos en muchas naciones como el descenso de la natalidad o de los propios matrimonios; problemas que para entenderse mejor no bastan solamente los cuadros estadísticos o demográficos, aun cuando nadie niega que estas disciplinas también aporten lo suyo.


Este film es sobre lo difícil de hallar el amor en los tiempos que corren. Y para ello se elige a la ciudad de Nueva York y a un grupo representativo de sus habitantes, sobre los que debe precisarse que son actores, cuyas interpretaciones sin embargo están sujetas bajo un formato documental para otorgarles visos de verosimilitud.

Antes que nada quiero hacer una acotación. En inglés hay dos palabras para definir la soledad pero con matices distintos: lonely se refiere a una soledad más emocional y sentida incluso estando rodeado de amigos; alone se refiere a una soledad más física. Por lo tanto uno puede sentirse lonely estando acompañado (valga el spanglish). Aunque alguien acertadamente me hizo ver que no era necesario acudir a estos anglicismos para distinguir ambas soledades en español, las que respectivamente pueden expresarse como sentirse solo (lonely) y estar solo (alone).

Diferencio estas soledades, porque esta cinta nos presenta varias historias entrelazadas entre sí con al menos tres denominadores comunes: primero, el sentirse solo a pesar de tener pareja; segundo, el problema de hallar no pareja sino el verdadero amor; tercero, la incapacidad de entender el matrimonio como algo más que un contrato.

Para generar la sensación de naturalidad propia de los documentales, los enfoques de la cámara en la cinta simulan la improvisación de una filmación cacera y se amoldan al ritmo cotidiano de los personajes: en suma, es el lente el que se adapta a la acción y no a la inversa, como suele suceder.

Estos recursos nos convierten en testigos mudos y desprevenidos de la vida de los protagonistas, de sus discrepancias domésticas, de sus infidelidades, de sus angustias, de sus frustraciones.

Y así en algún momento terminamos evolucionando de testigos a confidentes de algunos personajes que nos hablan mirando directamente a la cámara para confesarnos las motivaciones detrás de sus acciones; motivaciones que a veces no ventilarían en ninguna esfera de su vida.

Muchos personajes sí tienen parejas o pueden conseguirlas pero no las sienten o auténticas o perdurables o estables y se siguen sintiendo solos. Y esto deriva en otras interrogantes, ¿por qué no sienten o auténticas o perdurables o estables a esas parejas potenciales o reales? ¿Por qué les resulta difícil comprometerse o que se comprometan con ellos y no sólo formalmente sino también verdaderamente? ¿Por qué siguen sintiendo gran carencia de afecto si han cumplido con todos los convencionalismos sociales que supuestamente deberían satisfacer a su vida sentimental? Más aún, ya tienen pareja o tienen cómo hallarla, pero aun así su problema continúa siendo ese sentimiento de soledad (que no el estado de soledad); ese gran vacío que ya no saben cómo llenar… Claro, algunos reducen sus frustraciones a las de la alcoba, pero esto bien podría ser sólo la punta del iceberg de algo más de fondo, como ya veremos…

Así comprendemos a parejas que ya no se indignan cuando saben o sospechan de las infidelidades del cónyuge. Y entonces ambos prefieren hacerse los desentendidos porque finalmente también tienen en su haber algunas aventuras. Y si a la falta de autoridad moral para reclamar los engaños, se agrega el detalle de que los divorcios salen caros y el matrimonio en última instancia implica una serie de intereses patrimoniales que no pueden ponerse en juego por simples deslices, entonces van surgiendo pactos implícitos y no declarados: esto es, ambos nos conocemos nuestras cosas, pero mejor finjamos que las desconocemos y todos en paz… Y así surge un juego de mascaradas que, no obstante, resulta insoportable a algunos como el caso de Annie Matthews (Heather Graham), agente de bienes raíces que a sus 29 años adolece de la incapacidad para hacerse la tonta y que ya se venía sintiendo emocionalmente frustrada incluso antes de tener claras las infidelidades de su esposo, Griffin Aretzo (Stanley Tucci).

Y las sospechas de Annie no son infundadas. Griffin a sus 38 años está a favor de una promiscuidad a la europea y es aficionado a jovencitas como Ashley (Brittany Murphy), quien a su vez está o estaba saliendo (la verdad que ni ella misma lo sabe por su indecisión) con Ben Basler (David Krumholtz), quien a sus 24 años ya tiene un divorcio a cuestas con una chica a la que extraña pero que ya no quiere verlo y que se llama Maria Tudesco (Rosario Dawson), profesora que a su vez empieza a salir con Tommy Riley (Edward Burns), al que ella tampoco está segura de continuar viendo pero del que termina embarazada aun cuando desconoce el apellido de ese padre. Y Tommy por su lado tuvo una pareja a la que le insistía para tener hijos, pero como ella no los deseaba termina dejándolo.

En este panorama nos encontramos con personas en citas sucesivas y casuales, cuyo futuro lo dejan a la inercia, o en relaciones ambiguas, cuya naturaleza o hasta existencia ya dependerá del buen o mal humor; nos encontramos además con parejas infieles pero siempre juntas sea por cuestiones prácticas, por conveniencia y porque finalmente sale más a cuenta dado el costo de los divorcios, de manera que ambos se mantienen unidos quizás por algo de afecto pero más por rutina…

Y en este punto esta producción resulta más interesante, pues si bien algunos protagonistas concientemente se negarían a ver el matrimonio sólo como un contrato, en realidad sus paradigmas mentales están ya muy limitados para entenderlo de otra forma. Y de allí que a esas relaciones sentimentales las percibamos dubitativas, ocasionales, huecas o volubles, y si ya son convencionales lo son tanto que ya parecen hasta pre-fabricadas… Sin embargo, para algunos personajes como la ya mencionada Annie el matrimonio sólo como contrato les resulta ya agotado e insostenible. Pero como repito: pese a que el matrimonio sólo como contrato ya resulta intolerable, nadie sabe cómo entenderlo más allá de eso. Y se asume como parte de una supuesta madurez, la resignación a una realidad que finalmente es como es porque es imposible que sea de otra forma: esto es, una vida setimental mediocre…

Y entonces, más allá de un contrato, ¿qué es el matrimonio?

La cinta nos facilita un diagnóstico útil para trasladarlo fuera de la ficción y, así, preguntarnos qué podría ocurrir en general con personas que sienten un gran vacío afectivo e ignoran cómo llenarlo.

Lo que podría ocurrir es una gran tensión: por un lado, el anhelo de ilusionarse trata de sofocarse racionalmente pero sigue latiendo en el corazón; por otro lado, como una forma de protegerse se renuncia a toda esperanza de sentirse emocionalmente saciado porque presuntamente los amores eternos y plenos y las almas gemelas son espejismos o romanticismos adolescentes; por otro lado, el vacío no desaparece y busca llenarse como sea aun en medio del escepticismo.

Y ¿cómo se resuelve está tensión? Con sucédannos que a ese vacío no lo llenan pero al menos lo anestesian

Y de allí que por ejemplo nos encontremos con una retahíla de infidelidades, con personas que sus relaciones no funcionan y que dejan a sus parejas en pos de otras que tampoco las satisfacen y que tienen iguales o peores defectos y a las que terminan también dejando, y así progresivamente se va erosionando (que jamás desapareciendo) la esperanza de hallar el amor ideal, situación que sólo genera más escepticismo, más cinismo, más desgano y más vacíos que siempre se quieren seguir adormeciendo con la novedad de la próxima persona a conocer…

Es como si se buscara sin buscar: inconcientemente se buscan relaciones estables que concientemente se asumen o se quieren asumir como pasajeras (mejor al amor no me lo tomo en serio para no ilusionarme y consiguientemente decepcionarme, cosa que de repente me lo encuentro pero sin el riesgo de salir herido). Y tal ambivalencia hacen que muchos estén de fracaso en fracaso…

Por ende muchos matrimonios fracasan pues comenzaron como relaciones casuales que se formalizaron por la inercia del hábito y del propio peso. Valga la aclaración: una relación puede comenzar siendo casual y perdurar, pero porque se consolidó no sólo por la costumbre sino también por el paulatino descubrimiento de más cualidades en la otra persona, aunque a este caso no me estoy refiriendo…

Dados estos vacíos, el ignorar cómo llenarlos y la consecuente renuncia a hacerlo es lo que en parte explicaría que en sociedades como la alemana muchos hombres y mujeres lleguen al extremo de no casarse y de no tener hijos, algo que se traduce en una disminución demográfica, la que al menos indirectamente tendría como a una de sus causas a una concepción muy reductiva del matrimonio y muy reveladora quizás como clave para entender los vacíos a los que nos hemos estado refiriendo. En otras palabras: me arriesgaría a afirmar que una noción muy reduccionista del matrimonio (sólo como contrato) si no está en la raíz de sí estaría vinculada a la baja taza de natalidad como la de muchos países europeos…

En algún diálogo de Las aceras de Nueva York surge la interrogante de por qué las generaciones anteriores tenían matrimonios que efectivamente duraban hasta la muerte, y pese a que tenían un menor Estado de Bienestar y mayores carencias económicas…

Frente a esto bien podrían ensayarse algunas explicaciones: que quizás nuestros abuelos debían estar juntos sí o sí por una cuestión de supervivencia; que antes la vida era más dura y nadie podía darse el lujo de aburrirse de un cónyuge o de ser demasiado individualista; que los divorcios no estaban legalizados y en una sociedad machista la mujer quedaba estigmatizada por la cuestión social; que no había métodos anticonceptivos y con la cantidad de hijos en una familia de entonces el cambiar de una pareja como de corbata ya resultaba imposible…

Pero si ayudan a entender en parte la perseverancia de los abuelos (aunque separaciones siempre ha habido aunque no como ahora), estas tesis son insuficientes para explicarla pues creo que debería agregarse que antes había una concepción muy diferente de la familia; había desde el inicio una idea clara de qué se buscaba y la intención con que se buscaba; había sí una lejana noción en el matrimonio de una dimensión contractual que sin embargo no se percibía como esencial; había la certeza de que con un cónyuge existían lazos familiares tan sólidos como con los hermanos o con los hijos, de los que nadie podría divorciarse aunque quisiera…

Pero reitero una idea: al tener claro desde el inicio qué se buscaba y con qué intención se buscaba, hacía muy difícil imaginar un matrimonio con fecha de caducidad, pues ya no había devolución. Ahora, como repito, separaciones siempre ha habido, pero eran menores y hubieran sido surrealistas tazas de divorcio del orden del 50%, como hoy en día…

Por otra parte, no es novedad que sexo y amor son muy distintos aun cuando suelan confundirse; no es novedad tampoco que todos en el fondo siempre han estado buscando amor, aun cuando busquen sólo sexo, aun cuando crean que sólo quieren sexo

En Las aceras de Nueva York los personajes parecieran entender sexo y amor ya como sinónimos; parecieran que la insatisfacción afectiva la confundieran con la sexual… Y esto no necesariamente es una crítica a la película, la que finalmente estaría retratando una realidad tal cual…

Por último, Marta Salazar en un artículo titulado El Matrimonio no es un contrato (ver bibliografía) trata de ahondar en el sentido originario del matrimonio:

Hay que tener presente que las instituciones de Derecho no nacen como callampas (hongos) después de la lluvia, sino que se forman a lo largo de los siglos, en una frase inolvidable que le escuché a mi profesora de Historia del Derecho(«El Matrimonio no es un contrato»; mis destacados)

Mientras en los contratos bilaterales, las personas intercambian derechos y deberes, que recaen sobre cosas, objetos extrínsecos a los propios contratantes, en el pacto conyugal, se entregan y aceptan los esposos mismos («El Matrimonio no es un contrato»; mis destacados)

Yo agregaría que estamos en una época en la que ya no significa nada afirmar que el matrimonio es una institución de Derecho Natural anterior al propio Estado, pues siempre saldrá alguien que dirá que quién decide qué es o no lo natural.

Sin embargo, cabe recordar que el Derecho institucionaliza situaciones de hecho sólo para confirmarlas pues previamente ya existían y habían madurado con el tiempo por la fuerza de la costumbre y de la tradición… A eso creo que se refiere Marta cuando señala que «las instituciones de Derecho no nacen como callampas».

Y ese es el caso del matrimonio, el que antes que como institución jurídica y contrato ya existía desde mucho antes y consistía en un vínculo basado esencialmente en la aceptación mutua y muy colateral y prescindiblemente en la aceptación de mutuos intereses, como los patrimoniales…

Es decir, se trata no de que yo te doy algo y tú me das algo sino de que principalmente nos damos nosotros mismos, y lo demás podrá o no darse y si es obligatorio y legítimo darlo (como el sostenimiento económico de la familia, el que según los tiempos que corren ya corresponden a hombre y mujer) representará ya un conjunto de dimensiones accesorias y exógenas para fortalecer la más esencial e intrínseca de las dimensiones: la propia pareja

Al ser visto sólo como contrato, el matrimonio podrá cumplir con todos los convencionalismos pero siempre habrá algo que falta y que las partes buscarán en todos lados menos en ellos mismos, los que son precisamente ese algo que está faltando…

O sea: dos esposos pueden preguntarse por qué su relación no funciona si siempre están dando de sí mismos; y es porque no se están dando a sí mismos…

Y esto porque el matrimonio es el único contrato que igual puede fracasar habiéndose incluso cumplido íntegramente sus deberes y derechos. Y esto porque en este vínculo: por un lado, su dimensión contractual es sólo la más superficial y no la única; por otro lado, se diferencia de otros contratos en que las partes están no únicamente intercambiando bienes o servicios sino principalmente entregándose ellos mismos…

Y al tener claro todo esto es cuando el matrimonio puede traslucir una dimensión adicional y más profunda; puede recién evolucionar de contrato a comunión…

Bibliografía


Las Aceras de New York . Guión de Edgard Burns. Dir. de Edgard Burns. Act. Edward Burns, Heather Graham, Rosario Dawson, Dennis Farina, David Krumholtz, Brittany Murphy, Stanley Tucci. Paramaunt Classics, 2001

Salazar, Martha, «Por qué a los alemanes les cuesta tanto encontrar una pareja, casarse y tener hijos?». Blog: Alemania: Economía, Sociedad y Derecho [Alemania] 2 de Julio de 2007, Etiqueta: Mujer

Salazar, Martha, «El Matrimonio no es un contrato». Blog: Columnas en La Segunda [¿País?] 28 de Marzo 2005, ¿Etiqueta?

miércoles, octubre 03, 2007

Nueva edición de Narrativas


Ya apareció la séptima edición de la revista Narrativas. Me sorprendió gratamente reconocer las firmas de algunos bloggers, como la de Karina Falcón y la de Vanessa Alanís Fuentes Oliver.

Como siempre, la edición de esta revista tiene artículos y ensayos muy interesantes, y si quieren conocer su índice, pues prefiero no anticipárselos para no malograrles la sorpresa y dejar que ustedes mismos lo descubran.