viernes, julio 27, 2007

Los mayores desconocidos: los más famosos


Allison Stokke es una estudiante californiana de 18 años. Se dedica al salto con garrocha (o salto de pértiga) y participa en concursos regionales (bueno, no sé si hasta ahora a raíz de inesperados cambios en su vida, pero no nos adelantemos).

La chica es lo suficientemente atractiva como para que a ningún adolescente le incomode por lo menos tenerla como la vecina ideal. Sin embargo, sus méritos radicaban sobre todo en haber roto cinco récords nacionales, cualidades que le facilitaron una beca de la Universidad de California.

Sobre la repentina fama de Allison he leído en la Red muchas versiones. Pero todo apuntaría a que alguien la habría fotografiado cuando ella participaba en uno de esos eventos. Después aquella foto habría empezado a publicarse en un popular blog deportivo y habría terminado en miles de blogs y en el fondo de pantalla de miles de ordenadores.

Como si fuera poco, apareció una página web de fans de Allison: allisonstokke.com.

Finalmente un video de ella fue colgado en You Tube y recibió infinidad de visitas y comentarios que gradualmente iban evolucionando (o involucionando) de un estilo colegial-platónico a uno más bien indecoroso, por decir lo menos.

El diario El País (España) señala incluso que en algún momento el nombre de la estudiante «se convirtió en uno de los 10 términos más buscados en Google» (« Allison Stokke, más famosa aún. A su pesar»)

Lo curioso de todo es que Allison no estaba enterada de lo célebre que se estaba volviendo en Internet, hasta que un día recibió algunos correos electrónicos que le daban la noticia, la que más bien la hizo sentirse incomoda.

Hasta este punto cualquier mortal podría decirse que qué más quería esta estudiante californiana si era famosa. ¿A qué chica no le gustaría tener un club de fans que la admirara por su belleza?

Quien piense así habría que recordarle que hay famas que incluso exigen toda una infraestructura que el común de los mortales no podemos permitirnos (por ejemplo un equipo de guardaespaldas). Además, la fama en general definitivamente es muy estresante y exige estar preparado en muchos aspectos, sobre todo en el emocional.

Pero fueron no estas reflexiones sino ciertos comentarios de Allison los que me hicieron comprender más cabalmente lo incomoda que debía sentirse: «Me esfuerzo tanto con el salto de pértiga y es casi como si no importara. Nadie se da cuenta. Nadie me ve de verdad» (« ¿Y si miles de personas tuvieran tu foto en su ordenador?».)

Analicen bien las cursivas de esta última cita. Ella era muy conciente de su fama, de que su nombre había llegado a registrar en Google hasta medio millón de entradas, pero aun así la estudiante sentía que nadie la veía de verdad.

Y lógico, ella se había esforzado en ser una campeona de salto de garrocha, pero el único mérito que le reconocían era la bonita figura que el atletismo le había moldeado. Aunque vayamos más allá, y en un plano más general.

Esta anécdota me recordó que en realidad los famosos son los más grandes desconocidos, y lo peor es que la gente cree conocerlos pero nadie los ve de verdad. Lo que el público ve en ellos es la imagen que proyectan, que les han construido o que se han construido.

Una cosa es la persona famosa de carne y hueso, y otra cosa la imagen mediatizada que los demás ven a través de los medios.

Si eres famoso la gente podría creer que eres esa imagen construida, en la que quizás ni tú mismo te reconoces y que dista mucho de lo que verdaderamente eres. Y qué extraño debe ser que todos crean conocerte cuando en realidad les eres un perfecto desconocido; qué extraño debe ser creerte el más conocido de todos cuando en realidad eres el más desconocido de todos.


Y entonces podrían ocurrir dos cosas: primero, o acabas sin saber quién eres pero siendo por lo menos conciente que no eres lo que los demás creen; segundo, o acabas interiorizando esa imagen al punto de fundirte con ella y de volverla ya una segunda piel (salvo que alguna crisis existencial te haga ver la mentira en que vivías).

En la película Rock Star (USA, 2001), Chris Cole (Mark Wahlberg) es el líder de una popular banda de Heavy Metal. En la última parte del film le pide a un fan del público (que se vestía y se peinaba y hasta cantaba igual a él) que lo suplante en el escenario. El fan gustoso le hace el favor y sale a continuar con la función. Y mientras Chris se va retirando observa que el público ni siquiera ha notado el cambio y sigue ovacionando igual. Y es acá cuando confirmamos que en realidad a quien todos aclamaban no era a Chris sino al personaje. Y a un personaje cualquiera puede representarlo y reemplazarlo. Pero no ocurre lo mismo con las personas. A juzgar por esa escena nadie notó en aquel concierto la ausencia de la estrella de Rock (al menos de la persona). En algún momento el protagonista, más o menos, sugiere que quiere encontrar su identidad, y en este punto es cuando lo comprendemos mejor.

Claro que a veces las situaciones no se presentan tan obvias como en las películas. Un periodista muy serio puede representar una imagen en la pantalla televisiva y olvidar que él no es esa imagen que el público ve.

En todo caso, qué lúcida fue Allison al darse cuenta que en realidad nadie la veía. Estaba acostumbrada a verse como universitaria, hija, deportista, amiga, compañera, vecina, y repentinamente se observaba y se sentía observada a través de fotos que le habían construido una imagen de sex symbol en la que ni ella misma se reconocía, en la que ella sólo veía a una extraña, pero por la que todos ya creían conocerla, aun cuando en el fondo no era así y no la estaban viendo, al menos no verdaderamente…

Dicho de otra forma, la chica sabía que eran suyas aquellas fotos, las que sin embargo generaron percepciones de las que la joven nunca fue conciente, que nunca quiso generar y que hicieron al público apropiarse de una Allison completamente distinta, de un personaje y no ya de una persona… Y es que las percepciones e imágenes mediatizadas suelen producir personajes que ya tienen una vida propia y que son muy diferentes a las personas de carne y hueso; personajes que escapan incluso a las intenciones de los seres humanos en los que se inspiraron… Por eso es que en cierta forma las imágenes mediatizadas son personajes de ficción al ser construidas sobre la base de percepciones y lecturas ajenas y empañadas usualmente por ideas preconcebidas y tan diversas como son las personas. De allí que un famoso (o una persona pública) no deba asumir como auténtica o propia la imagen que proyecta al resto. Lo mejor es que él más bien se ejercite en no olvidar su verdadera identidad, la que suele ser recordada por los seres queridos y cercanos que incluso lo vieron crecer y a los que nunca podría engañar con ninguna máscara.


Incluso, sin ser famosos, solemos ser juzgados no por las personas que somos sino por aquellas percepciones que provocamos involuntariamente en otros; percepciones que al estar teñidas de subjetivismos y prejuicios ajenos, ya no está en nuestras manos controlarlas. Pero lo que sí podemos manejar es el hecho de no olvidarnos de quiénes somos como personas, de no dejarnos influenciar ni interiorizar tales percepciones.

¿Acaso estoy sugiriendo que la fama es mala? Pues no, sólo que no todo lo que brilla es oro...

Imagen: Allison Stokke con unas garrochas como las que la hicieron saltar a la fama...





Bibliografía

« ¿Y si miles de personas tuvieran tu foto en su ordenador?». Tecnología. El País [Madrid] 29 de Mayo del 2007.
http://www.elpais.com/articulo/tecnologia/miles/personas/tuvieran/foto/ordenador/elpeputec/20070529elpeputec_1/Tes


« Allison Stokke, más famosa aún. A su pesar». Tecnología. El País [Madrid] 30 de Mayo de 2007
http://www.elpais.com/articulo/internet/Allison/Stokke/famosa/pesar/elpeputec/20070530elpepunet_5/Tes



Cortesía de la imagen:

http://media3.washingtonpost.com/wp-dyn/content/photo/2007/05/28/PH2007052801160.jpg