martes, julio 25, 2006

El amor: ¿es tan etéreo como parece?


Isabel Barceló es una escritora de Valencia (España) y administradora del interesante blog Mujeres de Roma. Ella nos brinda sobre la Roma Antigua una historia vista y protagonizada por mujeres, una perspectiva que debiera ser más considerada por los historiadores. En el desarrollo de sus relatos, Isabel ha propuesto el tema del Amor y ha exhortado a algunos bloggers a escribir al respecto. Uno de ellos es Schatz (pseudónimo del administrador del blog El Urbanito), quien tiene un interesante texto y a quien debo agradecer por haberme recomendado el blog de Isabel. Esta vez ella me ha extendido la misma invitación, y lo menos que podía hacer era agradecerle la deferencia aceptando participar en su estimulante iniciativa.


Empecemos diciendo que hay distintos tipos de amor, pero me centraré en el del hombre y la mujer, el de pareja. Trataré de imaginar las muchas preguntas que alguna vez nos hemos podido hacer al respecto ¿Son lo mismo pasión y amor? ¿Son ambos tan opuestos como el agua y el aceite y difícil de reconciliar? ¿Son etapas donde una conduce a la otra? Y si así fuera ¿debe ser primero el amor o la pasión? Y ¿si la pasión fuera mala? ¿No nos hace por ejemplo a los hombres reducir a las mujeres a objetos de deseo sin considerar sus otras cualidades? Pero entonces ¿por qué la pasión nos aflora de manera tan natural que nadie está librado? ¿Por qué la Naturaleza es tan perversa al habérnosla inscrito como una pulsión que podemos controlar, pero que no podemos evitar sentir, aunque queramos? Y ¿acaso puede haber amor sin pasión y viceversa?

Supongamos que lo único existente es la pasión y que el amor sólo es su hipócrita máscara con la que busca sublimarse (por usar un término freudiano). Me pondré más freudiano todavía, ¿sólo podríamos amar a alguien por el placer que nos causa sea su belleza o las fantasías que nos despierta? Es más, ¿finalmente amamos sólo a quien puede causarnos placer? Pero ojo: eso significaría que al ver a nuestra pareja envejecer por los años ya seriamos incapaces de amarlo (a). Me pondré más dramático, y Dios no lo quiera: ¿Qué pasaría si nuestra pareja tuviera tal incapacidad física que le impediría incluso tener una vida marital? ¿Ya no habría razón para amarlo (a)? Pero ¿cuántas parejas de ancianos se siguen queriendo aunque el erotismo ya no esté presente por la avanzada edad? ¿Cuántas parejas se conocieron sin sentirse atraídos, y quizás todo lo contrario, pero con el tiempo establecieron una relación al descubrir cuánto tenían en común o cuán complementarios eran justamente por ser tan opuestos, y sólo al final la pasión hizo su aparición? Aunque sea una vez en la vida, ¿no les ha ocurrido haberse sentido muy atraídos por alguien al que no hubieran imaginado ni en la más ingenua de sus fantasías sexuales, pero que sin embargo los deslumbró por una personalidad arrolladora o una inteligencia muy lúcida? Bien podrían decirme sobre este último caso que eso no es atracción sino admiración, que también acá las hormonas y las feromonas han jugado su papel y que ya correspondería a la pubertad, si no ya a la infancia, esos amores platónicos donde idealizábamos a tal punto a la persona amada que éramos incapaces de consentirnos hasta el más casual de los malos pensamientos. También podrían agregarme que los amores adultos siempre deben tener su dosis de pasión, porque de lo contrario las personas no han madurado emocionalmente. Pero con todo lo que pudieran alegarme, ¿acaso no sólo la pasión sino también la admiración es una forma de enamorarse? ¿Acaso no siempre es posible vislumbrar que pasión y amor no son lo mismo, aunque solamos confundirlos? Más adelante entenderán que no son ociosos estos deslindes, aunque para algunos sean muy obvios.

Pasión y amor no son lo mismo, pero son complementarios. El amor siempre tiene algo de pasión, pero no porque los afectos se serenen con los años son menos auténticos. Bueno, dicho todo esto, ¿podríamos inferir que el amor no es propiamente un sentimiento? Y entonces ¿qué es el amor?

Empezaré con unas ideas iniciales: el amor es una certeza, producto del sentido que encontremos a una relación. Y reitero dos palabras claves sobre las que profundizaré más adelante para comprender el amor: certeza y sentido. Ya sé que para algunos estas afirmaciones podrían ser perogrulladas, pero profundicemos en ellas, nunca está demás…


El amor: etimología y pinceladas históricas

Párrafos arriba decía que no era ocioso el deslinde entre amor y pasión, porque si bien ahora lo tenemos claro, aunque a veces los confundamos, es gracias a un proceso que tomó siglos para hacerlos inteligibles y categorisarlos. Es decir, muchas culturas antiguas a su manera entendían que pasión y amor eran distintos, la diferencia estaba en cuál de ellos ponían más énfasis, a qué consideraban propiamente amor…

Los antiguos griegos tenían tres palabras para referirse al amor en sus diversas manifestaciones: Eros, Philia y Ágape

Eros no nacía de la voluntad o la razón. En cierto modo era arbitrario porque invadía sin pedir permiso. Conllevaba una enorme dicha y, por tanto, era el más asociado con un rapto divino, algo muy entendible, por cierto. Pero más allá del deslumbramiento sólo buscaba el propio goce. En síntesis, el Eros era muy análogo a la pasión, tal cual la entendemos ahora. Este tipo de amor era en el que los griegos ponían más énfasis.

Philia era el amor nacido de la amistad, y por su raíz etimológica es fácil asociarlo al amor filial de hijo o al amor fraternal.

Ágape era el amor más soslayado por los griegos. Era menos deslumbrante, pero era más maduro y calmado. Ya no parecía tan divino porque costaba más esfuerzo sacarlo adelante. Ya no implicaba sólo el propio goce sino también el bienestar de la pareja, algo que a veces exigía renuncias y sacrificios.

Cabe agregar que no sólo los griegos, sino también la mayoría de culturas antiguas, el amor que más asociaban con lo divino era el Eros.

Ahora, ya anotamos que el Ágape exige renuncias y sacrificios, y no siempre nos va a hacer sentir embriagados de dicha y hay que esforzarse para sacarlo adelante. Pero ¿cómo? ¿A veces en una pareja la rutina no va desgastando aquellos sentimientos que alguna vez deslumbraron? Es más, los sentimientos pueden estar incluso en contra o, si subsisten, pueden resultar muy insuficientes para enfrentar las frustraciones cotidianas. Entonces, si no son ya los sentimientos, ¿cuál será el gran motor para que una relación persevere? La respuesta me lleva a esas dos palabras que había dejado pendientes anteriormente: certeza y sentido. Pero nuevamente dejémoslas allí…

¿Todo lo expuesto significa que hay que estigmatizar al Eros porque finalmente se basa en puro sentimiento? La respuesta es no. El Eros no es malo y si no existiera la procreación podría resultar tan odiosa que quizás ya no habría humanidad. Además, el verdadero amor siempre necesita de un fuerte empujón inicial que nos saque de nosotros mismos. Vamos: si somos racionales y no existe el combustible inicial de la pasión quizás nadie se emparejaría y casaría. Imaginen todas las responsabilidades de una relación: gastos, responsabilidades, tiempo… Claro que el miedo a la soledad puede ser un impulso, pero me aventuraría a decir que ni tanto, porque si uno comienza a analizar preferiría estar solo pues siempre resulta muy incomodo estar amoldando nuestro carácter o hasta nuestras metas personales y profesionales a los de una eventual pareja. Es por eso que necesitamos de ese rapto inicial para atrevernos a llegar a esa persona especial y, al menos al inicio, olvidarnos de todos los miedos, responsabilidades e incomodidades que una relación exige. Aunque ya sugerimos que no toda relación sentimental tiene que comenzar por la pasión. Finalmente ya depende de cada quien…

No podemos culpar a los antiguos por confundir al Eros con un estado divino. Después de todo, la pasión tiene mucho de sublime. No es propiamente un instinto animal que busca saciar sus más bajas pasiones. La pobre pasión siempre ha sido víctima de muy mala prensa, cuando ella a nuestra anodina existencia la hace trascender y le despierta un anhelo de infinito gozo y felicidad con el que incluso nos hubiéramos sentido incapaces de soñar . Cuántas veces hemos creído que ya no éramos capaces de soñar y una fuerte pasión nos lleva a superar nuestro pesimismo. El problema de la pasión es que es tan efímera como una pompa de jabón, por más maravillosas expectativas que genere. Quizás por eso muchos creen que la felicidad no existe o sólo se reduce a momentos fugaces. Pero eso no significa que la pasión sea una vil mentirosa, sino que sólo anticipa aquellos deseos que sólo podrán cumplirse en el Ágape.

Por eso tarde o temprano confirmamos que el Eros no es suficiente, por más rapto divino que nos parezca. Es allí cuando entendemos que el amor no es sólo un sentimiento y que para sacarlo adelante cotidianamente debe haber algo mucho más fuerte, porque ya no se trata sólo de nuestro goce sino también del bien del otro, y eso exige renuncias y sacrificios, no siempre agradables. Es allí cuando vemos que el amor es algo más fuerte que un mero sentimiento, es una certeza que irá consolidándose cuanto mayor sentido encontremos en una relación… Es allí cuando descubrimos que si bien anhelábamos el Eros, mucho más el Ágape. O dicho de otra forma: buscábamos el Eros cuando en realidad queríamos el Ágape, tan soslayado por los griegos… Será por eso que dicen que la pasión en sí misma es como una supernova que deslumbra sólo por un segundo hasta apagarse para siempre. En cambio, el verdadero amor es como esas estrellas que iluminan de manera tenue, pero permanente… Ya saben: el Eros es la supernova y el Ágape es la estrella…

En suma, y sin filosofar tanto, el Eros no es malo, el problema es cuando es lo único que buscamos y sólo allí nos quedamos. Es entonces cuando sólo buscamos nuestro goce egoísta y nuestras parejas se vuelven sólo meros objetos de placer y finalmente terminamos solos por más caricias que disfrutemos. Quizás vislumbramos las promesas del Eros pero las queremos realizar sólo en el propio Eros, porque aunque conozcamos el Ágape no nos es tan atractivo, pues exige responsabilidades, costos a pagar por las promesas del Eros. Repito: nadie dice que el Eros y su placer sean malos, el problema es cuando nos quedamos en él; cuando no queremos la luz sino sólo su reflejo. Es allí cuando el Eros deja de ser promesa y se vuelve espejismo.

Sin embargo, aunque no nos embriague de gozo y sea más sereno, el Ágape también tiene mucho de divino. Allí los anhelos despertados por el Eros no sólo se cumplen sino que cobran un mayor sentido. El Ágape es más calmado pero más seguro, más auténtico, más permanente y más sublime, porque ya no busca la propia satisfacción egoísta sino también la del otro, como ya dijimos, aunque eso siempre exige renuncias. Es en el Ágape cuando tenemos una mayor certeza de una relación sentimental y por eso le hallamos un mayor sentido. Es en el Ágape cuando vemos que las promesas del Eros eran ciertas.

Esto no significa que los sentimientos no cuenten. Pero una relación sentimental necesita como principales motores una certeza y un sentido para que siga perdurando, aun cuando los sentimientos no sean suficientes o, incluso, cuando sean contrarios.

Ahora, debemos aclarar que este artículo sólo pretende abordar el amor de pareja y que certeza y sentido también puede aplicarse a otras manifestaciones del amor, como a ésa que los griegos entendían como Philia, que ya merecería un desarrollo aparte… Me aventuraré a decirles algo sin fundamentarlo tanto: el amor bien entendido no es sólo motor de las relaciones sentimentales sino incluso de las mayores reformas sociales, pero ése es otro tema…


© Derechos Reservados



Bibliografía:

S.S. Benedicto XVI. Deus caritas est. México: Catholic. net, 2005.
http://www.es.catholic.net/archivos/Deus_Caritas_Est.pdf





Cortesía de la imagen:
http://nisu.blogia.com/upload/corazon%20de%20nube.jpg

lunes, julio 24, 2006

Más vale tarde que nunca...

Tan ocupado con la elaboración del post anterior y otros menesteres, que olvidé referirme a una de las pocas oportunidades en que pude encontrarme con los administradores de algunos blogs que suelo visitar. A algunos ya los conocía personalmente, como a la periodista Mónica Cépeda, la única dama del grupo y autora de crónicas tan interesantes como amenas, y a Carlos Chang, uno de los coordinadores de Blogs Perú, uno de los directorios de blogs más reconocidos en este país. A quien conocí en persona por primera vez fue a José Simón Muck, estudiante de Medicina que ahora está desplegando su faceta narrativa. El motivo de la reunión fue hacerle una despedida a Verónica Valcárcel Noce, quien por motivos de fuerza mayor clausuró su blog y no pudo asistir, aunque actualmente ella escribe interesantes reseñas cinematográficas en El Buen Cine. La reunión fue en el Bar Bar en Miraflores (distrito de Lima, Perú). En esta foto, de izquierda a derecha, José Simón, Mónica y quien escribe. En esta foto, en compañía de Mónica, Carlos Chang.

lunes, julio 17, 2006

El Código Da Vinci: la Tierra Media de Brown


Fuente de la imagen: News Day

El libro El Código Da Vinci me pareció una mezcla de los géneros de intriga policial, espionaje, teorías conspirativas y esoterismo. Como protagonista, Robert Langdonm resulta una mezcla de Indiana Jones y James Bond. A estos ingredientes agreguemos la apariencia de investigación histórica que Dan Brown le da a su novela. Al respecto Pablo Ginés Rodríguez apunta: «La pretensión de erudición cae al suelo al revisar la bibliografía que ha usado (Brown): los libros serios de historia o arte escasean en la biblioteca de Brown, y brillan en cambio las paraciencias, esoterismos y pseudohistorias conspirativas» (Gines Rodríguez).

La novela tiene sus buenos momentos de suspenso, el problema es que existen decenas de páginas que uno lee ávidamente no siempre por ser interesantes sino por despejar alguna incógnita, que finalmente despejada nos conduce a otra que nuevamente nos hace leer otras decenas de páginas y así sucesivamente (de allí el efecto vertiginoso de suspenso permanente). En ese sentido reconozco la habilidad de Brown para jugar con la técnica del dato escondido.

No está mal que El Código Da Vinci sea un best seller por la forma en que nos atrapa. El problema es cuando creemos que su argumento es verdadero, que es historia novelada y no simple ficción cuyos visos verosímiles se deben a una dosificación arbitraria de datos históricos. El problema es cuando creemos vislumbrar en la fantasía una ideología de la que no nos volveremos necesariamente militantes pero que podría influir en nuestras opiniones y en nuestra visión del pasado y del presente. El problema es cuando el autor en la introducción escribe que «todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces» (Brown 11), sin que eso signifique que la propia novela sea veraz aunque ciertos elementos que la condimenten sí lo sean (y ni siquiera todos). El problema es la ambigüedad muy hábilmente administrada sin la cual El Código Da Vinci nunca hubiera llegado a ser un best seller. El problema es finalmente no poder diferenciar la realidad y la ficción en una novela percibida o pensada para ser percibida como muy erudita. Me explico: es lógico que en una novela no siempre pueda diferenciarse verdad y fantasía, salvo que pretenda aparentar un valor documental del que carece, allí es cuando uno no tiene claro qué es lo que está leyendo…

Quisiera agregar además que ciertos medios calificaron de banal la reacción de algunas autoridades eclesiásticas y muchos creyentes ante una película y novela que supuestamente sería una ficción para el sentido común de cualquier lector… Es razonable pensar que con criticar a esta obra se le hace una propaganda gratuita y que mejor quedarse callado hasta que esta moda pase. Al respecto caben algunas precisiones…

Hasta un lector muy agudo, pero desconocedor de un campo tan erudito como la Historia de la Iglesia, podría por lo menos dudar al ser bombardeado por tantos datos de esta novela, más cuando ésta es ambigua… Alguien muy inteligente puede decir que se trata de una ficción y no es necesario tanto escándalo, pero otro no menos aventajado podría preguntarse con justa razón que si realmente fuera sólo una ficción entonces ¿por qué tantos curas se mortifican…? ¿Acaso no habrá algo de verdad en lo dicho por Brown y por eso la Iglesia se incomoda? Y es que en medio de tanta controversia ambas formas de razonar son muy posibles… Pero a esto hay que agregar algo más.

Conocida es la vinculación entre la película de Orson Welles El Ciudadano Kane (1941) y la vida de William Randolph Hearst, magnate de la mayor cadena de periódicos de su época. Dicha película era sólo una ficción y tenía con la vida de Hearst analogías pero también muchas diferencias, pero en el imaginario norteamericano la figura de Hearst y la de El Ciudadano Kane se fundieron en una sola, aun cuando estaba claro para todos que la producción de Wells era ficción. Y es que suele ocurrir que una cosa es lo que entendemos por vía racional y otra por los sentidos, algo que los publicistas entienden muy bien cuando nos presentan propagandas que sugieren que por tomar cierta cerveza ya estaremos rodeados automáticamente de chicas esculturales. Racionalmente sabemos que creer esto es ingenuo, pero en el plano de los sentidos algo muy distinto entendemos inconscientemente, subliminalmente (tampoco hay que ponernos paranoicos y pensar que permanentemente nos están lavando el cerebro)… Siendo todo lo machistas y tontas que queramos, si estas propagandas fueran incapaces de influir en nadie pues los publicistas pensarían en otras ideas más originales. Y a estas estrategias de Marketing nadie puede decir que sea totalmente inmune por más culto e inteligente que sea…

Bajo esa lógica, no me extrañaría que muchos inconscientemente ya estén sospechando que el Opus Dei quizás reclute en sus filas a muchos monjes como Silas, atentos a la orden de un obispo maquiavélico que desee exterminar a alguien que difamase a esa espiritualidad católica(otro error de Brown: el Opus Dei tiene numerarios, supernumerarios, agregados y cooperadores; los monjes no están por ningún lado). Si esa fuera la realidad, Dan Brown necesitaría más protección que la de Salman Rusdhie cuando éste fue condenado a muerte por una fatwa… Pero les repito: una cosa es lo que entendemos por la razón y otra por los sentidos… Por tanto la película y la novela El Código… no tienen nada de inofensivas, por más que sepamos que es una ficción, y ni qué decir de quienes algo le han creído a Brown…

Por toda la información que he leído, Brown parece sólo especificar que su obra es una novela, pero ¿es una novela histórica, ucrónica o fantástica? Estas diferenciaciones no son sólo exquisiteces académicas. No es lo mismo por ejemplo escribir una novela sobre Leonardo Da Vinci como versión libre de su vida, donde todos los datos son verdaderos aunque les dé mi propia interpretación subjetiva (novela histórica); una novela donde imagino que hubiera pasado si Leonardo hubiera echo esto y no aquello y hubiera enfrentado tales variables históricas y no estas otras (novela ucrónica) y una novela donde ubico a este genio en un escenario tan fantasioso como la Tierra Media de Tolken (novela fantástica, aun cuando este género bien pudiera esconder a veces una poderosa alegoría sobre realidades muy concretas). La obra de Brown alterna entre el género ucrónico y fantástico, por más que su Tierra Media esté habitada por escenarios y personajes históricos… Me explico: si El señor de los anillos estuviera protagonizado no por Frodo sino por Leonardo y si la Tierra Media la llamáramos Europa, esa obra aún así no podría considerarse histórica, y quizás ni ucrónica. De allí que Brown no sólo deba especificar que su obra sea una novela sino también que por lo menos no es histórica… Pero ya que mencioné el término ¿qué es una ucronía?

Según el DRAE, ucronía significa: «Reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder» (DRAE; mis resaltados). Bajo esa definición, El Código… reconstruye la historia especulando sobre lo que pudo haber sucedido pero nunca sucedió, ¿qué hubiera pasado si Jesús se casó con María Magdalena y tuvieron una hija que llamaremos Sarah? ¿Adónde ellas hubieran ido una vez fallecido Cristo? Quizás se hubieran ido al Sur de Francia y su descendencia se habría emparentado con la Dinastía Merovingia (indudablemente leyendas existen al respecto, pero nada comprobado históricamente). ¡Fascinante! Y claro: ésta y otras ideas igual de sugestivas siempre van a tener un sustento pseudo teórico incluso en mitos recogidos por ejemplo por algunos de los tantos evangelios apócrifos que se compran hasta en librerías católicas (Recordemos a El Evangelio de Judas)… Si todas estas tramas de Brown no son una Ucronía no se qué más podría serlo (y ni siquiera una Ucronía pura)… Y el género de la Ucronía no es malo en sí mismo porque puede sugerirnos qué hubiera sido de la Historia si otras variables se hubieran conjugado, qué hubiera pasado por ejemplo si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial, si los musulmanes hubieran triunfado en la Batalla de Poitiers (732) o si Latinoamérica hubiera sido conquistada no por los españoles sino por los ingleses… Y esto nos hace deducir que hasta la Ucronía en estricto sentido plantea hipotéticas distribuciones de piezas en ese gran tablero de ajedrez que es la Historia, pero las piezas son verdaderas… Pero cuál es la diferencia con Brown: que en el gran tablero de ajedrez de la Historia, no sólo cambia la distribución de las piezas sino que además algunas de ellas son falsas. Es decir, El Código… ni siquiera sería una Ucronía en el sentido más exacto del término y ya lindaría con la Literatura Fantástica, género con muchas posibilidades como una sugestiva carga alegórica, como ya apuntamos, pero yo creo que a esto Brown no aspiraba en El Código… Y ¿por qué el éxito de Brown? Porque tiene recursos muy sugestivos para sugerir que es Historia lo que en realidad es fantástico y, al parecer, algunos le han creído…


© Derechos Reservados


Bibliografía



Brown, Dan. «Los hechos». El Código Da Vinci. España: Editorial Umbriel, 2003. 11.

Ginés Rodríguez, Pablo. «El hecho y su contextoLa Estafa del "Código Da Vinci": Un best-seller mentiroso». Aci Prensa [Lima] 8 Enero 2004, Controversias.
http://www.aciprensa.com/controversias/davinci.htm

«Ucronia».1. f. cult. Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE). 22a.ed. 2001.
http://buscon.rae.es/draeI/


Cortesía de la imagen:

http://www.newsday.com/media/photo/2005-12/20950254.jpg

lunes, julio 10, 2006

La joven de la perla


Fuente : Trazegnies.arrakis.es

Delft, ciudad cercana a La Haya (capital actual de la Holanda Meridional), conoció el apogeo comercial a fines del siglo XVI y el artístico en el XVII, contexto histórico donde surgió la llamada Escuela de Delft, conformada por un grupo de pintores retratistas de las prósperas familias de entonces y entre los que destacaba Johannes Vermeer.

Sobre Vermeer no se sabe mucho. Vivió poco pues murió a los 43 años, y pintó también poco pues sus cuadros son aproximadamente treinta y cinco. Y esto porque era ya demasiado perfeccionista y sus procesos creativos duraban meses. Suelen describirlo como un maniático que siempre veía perfectible lo que para los demás era la cumbre de la perfección. Le interesaba más la calidad que la cantidad. Hoy en día, en una sociedad de producción y consumo de masas, sería difícil comprender la mística de un artista como él, que meses frente al lienzo buscaba lograr el efecto deseado hasta en el más mínimo detalle. Tal perfeccionismo explicaría en parte su limitada producción artística que, siendo deslumbrante y habiéndolo inmortalizado, lo hizo morir agobiado por las deudas y dejando once hijos, de los quince que tuvo.

No fungiré de crítico de Arte, pues no es mi área, pero en Internet tuve la oportunidad de apreciar uno de los cuadros del artista holandés, La Joven de la perla, cuya modelo parece instruida en cómo posar, porque su compostura si no es rígida tampoco espontánea. No parece conciente de su insipiente sensualidad. Su mirada luce la candidez, transparencia e intimidación sólo propia de una adolescente. Me explico mejor: una mujer mayor puede mostrar iguales cualidades pero con matices distintos; intimidación y susto no son lo mismo aunque sus diferencias sean muy tenues. Sabemos que ella es casi una niña no sólo por su semblante, sino también por lo que éste irradia. El mérito de Vermeer radica no sólo en reproducir la morfología de un rostro sino también en hacer visualmente inteligibles los más sutiles estados del alma. Allí uno recién entiende su obsesión por los detalles más nimios, que sin embargo en su conjunto revelan al genio.

Claro que mi percepción es sólo la de un neófito que estuvo observando por un rato aquella pintura con muchas más virtudes cuyo análisis ya dejaremos a los entendidos.

Me informé algo sobre la vida de este pintor como marco previo para ver La Joven de la perla (2003), cinta sobre la historia detrás de la realización de esta obra actualmente exhibida en el Museo Mauritshuis en La Haya y calificada como una de las más bellas de la Historia del Arte.

Como se basa en la novela homónima de la escritora norteamericana Tracy Chevalier, la película conjetura que La Joven de la perla es Griet (Scarlett johanson), una de las tantas criadas de Vermeer (Colin Firth). También se ha especulado que podría tratarse de María, la hija menor del pintor holandés, algo en entredicho porque no coinciden la edad de ella y la probable fecha del cuadro.

Una escena que deslumbra en la cinta es cuando el rostro de Johanson posa a semejanza del de la pintura. Allí notamos que la elección de esta actriz no había sido gratuita, pues su corte de rostro y gélida belleza son similares a los de La joven de La Perla, aunque Johanson posa más desafiante y es algo mayor, aunque sea ya de por sí bastante joven.

Hay muchos elementos destacables en esta producción. La hermosa fotografía a cargo del portugués Eduardo Serra: hay escenas de lo más cotidianas que parecen pintadas en un cuadro y que ayudan recrear la ambientación histórica. Firth expresa mucho economizando gestos: representa a un Johannes Vermeer con emociones que proyectan un temperamento tempestuoso casualmente por estar muy contenidas. Además, cuando Griet está trabajando con Vermeer puede respirarse una atracción sólo sugerida por el lenguaje corporal de ambos, pero nunca desencadenada, aun cuando esa posibilidad está latente. La joven deslumbra al artista no sólo por su belleza sino también por su habilidad innata para captar los matices y contrastes entre los colores, luces y sombras. Ambos sintonizan a un nivel que trasciende diferencias culturales o sociales. La criada parece reparar en esos detalles tan importantes para el genio holandés en sus obras, pero inadvertidos para la mayoría. Él quizás siente pasión por ella, pero no se trata sólo de eso, de allí que la reclute como su asistente, pero si la elige como modelo de la magnifica pintura es por argucias del mecenas Van Ruijven (Tom Wilkinson), quien detecta lo tanto que Griet inspira a Vermeer.

Sin embargo, Van Ruijven sirve además para brindarnos aspectos poco conocidos de la a veces idealizada institución del mecenazgo, cuyas arbitrariedades debían ser aceptadas por artistas como Vermeer a cambio del apoyo recibido. Aunque la familia de éste reproduce las mismas arbitrariedades hacia sus criados.

La película es recomendable si no les aburren los argumentos lentos aunque no aburridos, si gustan analizar los diálogos y los detalles de una ambientación de época, si quieren apreciar a Scarlett johanson en facetas diferentes a la de Sex Symbol, y si previamente se ilustran un poco sobre la vida de Johannes Vermeer y su importancia para la Historia del Arte, para situarse en el contexto y apreciar mejor esta cinta.

© Derechos Reservados



Información básica de la película

País: Reino Unido
Años: 2003
Dirección: Peter Weber
Protagonistas principales: Colin Firth (Johannes Vermeer, el pintor), Scarlett johanson (Griet, la joven de la perla) y Tom Wlikinson (Van Ruijven, el mecenas)
Fotografía: Eduardo Serra


Bibliografía:

Eloy Martínez, Tomás. «Vermeer en Nueva York». La Nación [Argentina] 31 de Marzo de 2001.
http://www.sololiteratura.com/tom/tomartvermeer.htm


Esponda, Jorge. «La joven de la Perla». Cinencuentro [Lima] 16 de Junio de 2006.
http://www.cinencuentro.com/2006/06/16/la-joven-de-la-perla-2003/


«Girl with a pearl earring by Vermeer». About Vermeer Oil Paintings. About Johannes Vermeer Art.
http://www.about-vermeer-art.com/vermeer/vermeer-oil-paintings/paintings/1.html

«Vermeer, el virtuoso de la luz». En Portada. Revista Arte [España] Julio 2001.
http://www.revistarte.com/numero01/portada.html


Cortesía de la imagen:

http://www.trazegnies.arrakis.es/laperla.jpg

jueves, julio 06, 2006

En el Directorio Itinerario de Letralia

Iniciativa de la Revista Letralia, dirigida por el escritor venezolano Jorge Gómez Jiménez, el directorio Itinerario es un mapa de la actividad literaria y artística realizada en la Red hispana no sólo por publicaciones con reconocida trayectoria sino también por personas individuales, como pueden ser los bloggers, quienes así sienten un gran estímulo pero también una gran responsabilidad para seguir esforzándose en publicar buenos contenidos. Hace unos días Itinerario tuvo el gesto de considerar este blog en su directorio, algo por lo que estamos muy agradecidos.