¿Por qué la Navidad puede deprimir? (la fuente es Navidad Latina)
Últimamente estuve navegando por la Red y me sorprendió encontrarme con no pocos portales con un marcado sesgo anti-navideño (aunque no viene al caso entrar en detalles). Me sorprendió además descubrir la cantidad de personas que la Navidad las incomodaba o las disgustaba y lo único que querían era aislare y esperar a que estas fiestas pasaran lo más rápido posible, así que me pregunté por qué no dedicarles un texto, por qué no intentar comprenderlas…
Para tales efectos tratemos de ponernos en el lugar de ellas. Imaginemos cuáles razones podríamos tener para rechazar la Navidad: quizás por lo forzado de aparentar sentimientos exactamente opuestos a los que tenemos porque este año nos ha ido mal y no tenemos ánimos ni de celebrar ni de verle la cara a nadie; quizás por los publicistas que con sus propagandas ejercen un verdadero chantaje emocional para crearnos una serie de necesidades antes inexistentes o para recordarnos nuevamente cuántos regalos no podremos comprarles a nuestros hijos; quizás por la melancolía que por estas épocas más que nunca se acentúa por seres queridos ausentes sea por la distancia o por la muerte.
En fin, con ánimo no de ponernos dramáticos sino de entender, ¿qué podríamos decirles a esas personas que por razones diversas sienten animadversión o tristeza por la Navidad?
II
Es innegable que la Navidad podría acentuar más que ninguna otra fiesta emociones muy encontradas: alegría pero también nostalgia; unión pero también soledad; satisfacción pero también frustración. Como quiera que sea: lo cierto es que la Navidad a nadie deja indiferente…
De acuerdo, me dirán, ejemplos ya tenemos a estas alturas de por qué algunos podrían sentirse deprimidos en Navidad. Pero ¿por qué incluso a ellos la Navidad no podría representarles aunque sea algo de alivio? ¿Por qué más bien parece agudizarles la tristeza? Es decir, alguien por motivos diversos y comprensibles podría estar pasándola mal, pero en Navidad es cuando siente a su estado más agravado todavía. Claro, me insistirán, si por ejemplo estamos solos, la Navidad únicamente acentuaría más nuestra situación al compararla con la de otras familias felices y unidas… Pero vayamos más allá…
Para comenzar, incluso el caso de un presunto odio contra la Navidad no es necesariamente negativo, pues finalmente hasta para odiar algo debe importarnos mucho… Y cuanto más odiamos algo más nos importa, lo que bien explicaría ese refrán de que del odio al amor sólo hay un paso…
Y hablo de un presunto odio porque no creo que existan personas que odien la Navidad. Lo que se odia muchas veces es no a la Navidad en sí misma sino a sus falsas versiones o a sus caricaturas.
Paradójicamente, bajo el supuesto odio a la Navidad podría subyacer la frustración por el contraste entre muchas navidades pre-fabricadas y nuestro anhelo de una auténtica Navidad, esto es: creemos que la Navidad es una cosa y los demás creen que es otra cosa, y de allí asumimos que estas fiestas son una farsa y las terminamos u odiando o sintiéndonos o bien amargados, por no compartir las alegrías navideñas, o bien algo tontos, por fingir sentimientos que no nos nacen por motivos diversos.
No obstante, me arriesgaría a afirmar que ni el más escéptico o disgustado con la vida odiaría su imagen ideal de lo que debería ser la Navidad; imagen que él defiende en su corazón justamente rechazando a esas otras navidades impostoras… En resumen, aun en casos extremos, se odia no a la Navidad en sí misma sino a sus pobres versiones
Sin embargo, hasta la más pálida de las representaciones de la Navidad es por lo menos un eco muy lejano de nuestra Navidad ideal. Tiene siempre resonancias en nosotros y podría incomodarnos por más agnósticos o frívolos o materialistas que seamos… Sí, la Navidad puede incomodarnos e interpelarnos, incluso a través de sus manifestaciones más apagadas, algo no necesariamente malo, y ya explicaré por qué…
III
Frecuentemente tenemos muchos conflictos que ordinariamente aprendemos a sobrellevar pero que podrían sentirse especialmente intensos en la Navidad. Pero ¿por qué? ¿Por qué que la Navidad podría entristecer o aburrir incluso a personas que tienen todo para ser felices y que no adolecen por ejemplo de soledad pues están cerca de sus seres queridos?
Discúlpenme el cliché al responder que la Navidad es como una luz muy intensa. Pero las luces no embellecen sino únicamente iluminan, aclaran, evidencian mucho más a aquellas realidades ya existentes aunque ordinariamente ocultas por las sombras de la rutina. En suma, iluminar y embellecer no son precisamente sinónimos. Esto no significa que la Navidad no tenga capacidad de embellecer incluso hasta a las vidas más desoladas, pero sobre eso ahondaré después…
La luz cuando ilumina y aclara, embellecerá más si una realidad antes de ser iluminada ya en sí misma era bella
La luz cuando ilumina y aclara, afeará más si una realidad antes de ser iluminada ya en sí misma era fea
En otras palabras, repito, la luz en sí misma ni embellece ni afea, sólo ilumina y aclara la belleza o la fealdad ya previamente existente en una realidad recién iluminada.
Y la Navidad entendida como una luz a las realidades no nos las embellece sino sólo nos las sincera, y justamente para embellecérnoslas pero de una manera verdadera…
Y en este punto muchas preguntas podrían surgir. ¿Cómo la luz podría embellecer más verdaderamente a una realidad sincerándola? Si nuestra vida es un desastre, ¿entonces la Navidad entendida como luz lo único que haría sería enrostrárnosla más y justamente por habérnosla sincerado? ¿Es que acaso la luz no sería la metáfora más precisa para describir la Navidad? Sigan leyendo y vayamos por partes.
Si la luz embelleciera realidades en sí mismas feas pero sin sincerarlas, no sería ni luz ni estaría realmente iluminando; sólo sería un espejismo que a dichas realidades feas probablemente sólo las estaría maquillando u omitiendo
La Navidad es una luz que hasta a las realidades más feas las embellece justamente porque al sincerarlas les otorga un mayor sentido…
Ninguna vida es totalmente mala ni totalmente buena. Claro, hay vidas con más virtudes y otras con más miserias. Sin embargo: hasta la presuntamente más virtuosa de las vidas siempre tiene algunas miserias; hasta la presuntamente más miserable de las vidas siempre tiene algunas virtudes. Y nuestras vidas comunes y corrientes frecuentemente tienen un equilibrio entre miserias y virtudes, pues no somos perfectos…
Y la Navidad en nuestra vida ilumina más que nunca nuestros defectos como nuestras virtudes; defectos y virtudes ya previamente existentes aunque ordinariamente opacados por la monotonía.
De allí que la Navidad nos confronta con nuestras mayores virtudes y con nuestros mayores defectos. De allí además que la Navidad nos hace contrastar a nuestras mayores virtudes con nuestros mayores defectos.
Por ejemplo, la verdadera Navidad a una familia le ilumina todas sus bendiciones (la unión, el afecto, las riquezas materiales y espirituales) pero también todas sus miserias (rencores, mezquindades, egoísmos, heridas abiertas). Y este contraste en sí mismo no es malo siempre que se recuerden en estas fiestas una de sus dimensiones más olvidadas, la de la reconciliación. Y será la reconciliación la que embellecerá este contraste otorgándole un mayor sentido para resolverlo. En este punto estará más clara la siguiente afirmación: la luz de la Navidad hasta a las realidades más feas las embellecerá sincerándolas, cuando les otorgue un mayor sentido gracias a la reconciliación…
No obstante, aun cuando la Navidad ilumine este panorama balanceado de rasgos positivos y negativos, esto bien podría no explicar todavía del todo por qué algunos sienten un rechazo tan extremo contra esta celebración. Y es que dicho rechazo podría deberse a que se presentan cualesquiera de los siguientes casos: primero, en nuestra vida los únicos aspectos iluminados que observamos son los desagradables (pero sin saber cómo a esta situación podemos reconciliarla y otorgarle un sentido); segundo, en nuestra vida los aspectos iluminados que observamos son tanto los desagradables como los agradables aunque ese contraste podría contrariarnos por generarnos remordimiento al ver qué tan mal estamos y qué tanto deberíamos cambiar (pero sin saber tampoco cómo a esta situación podemos también reconciliarla y otorgarle un sentido). Y por eso, como ya indiqué, la Navidad puede incomodarnos e interpelaros, algo no malo en sí mismo si no olvidamos la dimensión de la reconciliación….
IV
Felizmente todavía existimos aquéllos que nos gusta la Navidad, lo cual es magnífico, pero habría que preguntarnos por qué nos gusta…
Si de lo que disfrutamos es sólo de una construcción cultural de la Navidad, eso está mal porque en esta celebración todo lo reducimos a Papa Noel, a los regalos, al champagne, al pavo horneado, al arbolito, a las luces…
Si de lo que disfrutamos es sólo de una Navidad parcialmente auténtica, eso es regular porque en esta celebración todo lo vemos de color de rosa y podríamos por tanto caer en un ingenuo optimismo donde en la Navidad nos enfocamos sólo en algunas de sus dimensiones más hermosas (lo que es perfecto). Pero olvidamos a una de las dimensiones más incomodas de estas celebraciones; la dimensión de la reconciliación (aunque lo de incomodo es un decir, porque la reconciliación también puede ser muy hermosa, por lo ya explicado).
Si de lo que disfrutamos es de una Navidad íntegramente auténtica, eso sí está bien porque esta festividad iluminará en nuestras vidas a sus ángulos positivos, para potenciarlos, y a los negativos, para superarlos y cambiarlos. Y todo gracias a la reconciliación…
Bajo esa óptica, nuestros aspectos negativos en Navidad no nos incomodarán porque podremos confrontarlos gracias precisamente a la reconciliación…
Tal vez la siguiente idea parezca muy obvia por todo lo ya dicho, pero una Navidad será más auténtica cuando más integral sea. Y será integral porque estarán presentes todas sus dimensiones y no sólo aquéllas que más nos guste; estarán presentes por ejemplo nuestros éxitos y virtudes (para alegrarnos de ellos y muy legítimamente) pero asimismo nuestros fracasos y defectos justamente para reconciliarlos (razón por la que nuestra alegría además de legítima será más auténtica e integral).
Pero si la reconciliación de todas formas siempre nos resulta incomoda ¿por qué debería estar presente si bien podría confrontarnos con aspectos que mejor evadir como nuestras humanas debilidades? ¿No sería suficiente con que en la Navidad todo sea bonito y punto? ¿No sería mejor resolver nuestros conflictos en otras ocasiones más oportunas?
Frente a esto cabría responder que la Navidad es la ocasión más propicia para reconciliarnos; es la ocasión por excelencia. En caso contrario, una persona muy deprimida podría creer que estas festividades no hay ningún especio para ella, y nada más ajeno a la verdad, como después veremos
La reconciliación simultáneamente maravilla y desconcierta porque podría iluminarnos como nunca antes un contraste de opuestos muy intentos como serían los aspectos positivos y negativos de nuestra vida; contraste que hasta cierto punto podría incomodar pero que no por ello debemos evadir si aspiramos a que la luz de la Navidad a nuestra vida pueda no sólo iluminarla sino además sincerarla para embellecerla aunque de una manera verdadera; para que así nuestra felicidad sea no sólo legítima sino además integral y auténtica.
Al ser contraste, la reconciliación no es sólo el malestar por el arrepentimiento, es también el alivio por perdonarnos (por aquello que no nos gusta de nosotros) y por perdonar (si nos han ofendido) y por ser perdonados (si hemos ofendido): la reconciliación es en suma una instancia para cambiar y mejorar.
Ahora, la
reconciliación navideña podría ser una
verdadera novedad sobre todo para aquéllos que tienen de estas celebraciones una visión o bien
culturalmente construida o bien
parcialmente auténtica, pero no una
visión integralmente auténtica.
Y esto aun cuando, incluso a quienes en la Navidad todo lo ven negativo, la dimensión de la reconciliación podría darles una importante herramienta para lidiar con esa situación, como veremos a continuación.…
Curiosamente, quienes supuestamente odian la Navidad podrían tener unas concepciones de esta festividad o bien culturalmente construida o bien parcialmente auténtica (y concepciones éstas tan marcadas como aquéllos que en esta fiesta sólo vislumbran una felicidad sesgada o falsa). Y esto por dos razones: primero, porque esa luz sólo les ilumina los defectos y lo negativo de su vida (y más que en cualquier época del año) y no las virtudes y lo positivo; segundo, porque bien podrían creer que la Navidad debería ser sólo alegría y como alegres no se sienten erradamente podrían asumir que la Navidad no sería para ellos (y más si por alegría navideña entienden no a una auténtica e integral sino o bien a una también auténtica aunque incompleta o bien a una ficticia y exacerbada).
Y en este caso habría un
falso y sobredimensionado contraste entre la
tristeza (y una quizás
ya de por sí exagerada porque creemos que el mundo se ha ido abajo por una mala racha cuando las cosas muchas veces no son tan graves como imaginamos) y
una alegría navideña como cualquiera de las ya señaladas, éstas son : o bien una
auténtica aunque incompleta o bien una
ficticia y exagerada.
Como ya habrán adivinado: por un lado, las
alegrías auténticas aunque incompletas pertenecen a las
navidades parcialmente auténticas; por otro lado,
las alegrías ficticias y exacerbadas pertenecen muchas veces a las
navidades culturalmente construidas (y construidas muchas veces por la propaganda o por las películas).
Y esto podría explicar en parte por qué a algunos la Navidad los deprime tanto: probablemente estarían incurriendo en
un equivoco y sobredimensionado contraste entre una
tristeza ya quizás de por sí también sobredimensionada y entre una
felicidad navideña o bien
verdadera aunque sesgada o bien
extremadamente alegre pero por la ficción. En suma, acá se estaría incurriendo en
un falso contraste de opuestos exagerados.
En la Navidad la reconciliación
sí representa un contraste, pero uno
auténtico y consecuencia de
una alegría verdadera e integral y de
una tristeza que es vista en su real perspectiva gracias a la reconciliación y que por eso siempre tuvo espacio en estas festividades.Más aún, la verdadera alegría navideña
bien podría ser también fruto de una tristeza que fue reconciliada y que por eso siempre tuvo cabida en estos festejos.
Si la contrastamos con una auténtica y completa alegría navideña,
nuestra tristeza podría hasta resultarnos siendo menos grave de lo que imaginábamos. Dicho de otra forma,
si una alegría es auténtica y completa a nuestra tristeza no la margina sino nos la ilumina haciéndonosla ver quizás hasta como ya muy exagerada por nuestros ánimos antes demasiado ensombrecidos aunque ahora ya alumbrados… Y en este caso también podríamos decir que la Navidad ilumina y embellece pero sincerando…
VILa Navidad también es una instancia para un examen de conciencia, algo que podría generar cierta tristeza al vernos qué tanto nos falta cambiar pero también qué tanto podemos cambiar. El problema es cuando nos quedamos sólo en la tristeza, no vemos más nada y olvidamos a la reconciliación.
Si somos pesimistas pero por lo menos entendemos lo que debería ser la alegría propia de una Navidad auténtica e integral, nos sentiríamos no excluidos por aguafiestas sino más comprendidos, integrados y hasta aliviados. Descubriríamos que en Navidad siempre hubo espacio para nosotros no a pesar de nuestra aflicción sino justamente por ella ya que también existía la reconciliación. Descubriríamos que nuestro cuadro de la navidad era muy incompleto y/o ficticio, que por ende sólo nos enfocábamos en la aflicción y no en la alegría (o si a alguna alegría enfocábamos era o a una sesgada o a una exagerada).
Más aún, si atravesamos en Navidad o bien por un pesimismo o bien por un optimismo exagerado o sesgado, podríamos incurrir en estos dos polos opuestos en iguales errores de fondo, éstos son: por un lado, podríamos tener de estas fiestas una visión sesgada o falsa; por otro lado, podríamos haber olvidado la dimensión de la reconciliación. Y esto aun cuando en una Navidad por nuestro pesimismo sólo nos enfoquemos en lo malo o por nuestro optimismo ingenuo sólo nos enfoquemos en lo bueno.
La Navidad no es ni alegría pura ni tristeza pura; la Navidad más bien podría describirse como un oxímoron aparentemente absurdo (aunque tal vez el término oxímoron absurdo ya de por sí sea un pleonasmo); como un optimismo dramático de quienes se confrontan con sus virtudes pero también con sus errores; con la belleza de la vida pero también con todo aquello que podemos y que debemos reconciliar. Porque es precisamente en la reconciliación que ese optimismo dramático quedará mucho más claro.
La Navidad también es victoria, y las victorias son alegrías pero no porque desconozcan las miserias sino porque las han vencido. Porque de lo contrario hablamos no de victoria sino de pura alegría pero sin mérito y quizás hasta sin sentido alguno… Y esa victoria se da gracias a la reconciliación.
De allí que una Navidad integral y auténtica debe considerar a las dimensiones de la paz y de la alegría y del amor y de la humildad y de la unión; pero debe considerar además otra dimensión que interpela y que incomoda pero que también es bella: la dimensión de la reconciliación.
Sólo bajo estas coordenadas de análisis: primero, la alegría navideña será más auténtica y la tristeza tendrá un mayor sentido o será atenuada al ser iluminada; segundo, los optimistas navideños serán más auténticos y los pesimistas navideños al fin tendrán motivo para participar de la alegría de estos festejos, pero de una alegría verdadera…
Y es entonces que la Navidad hasta la mayor tristeza no sólo la iluminará sino también la embellecerá pero sincerándola; la embellecerá pero de una manera más auténtica al otorgarle un mayor sentido gracias a la reconciliación…
Por otro lado, la Navidad es un cumpleaños cuyo Dueño no quiere excluir a nadie, ni siquiera a los apesadumbrados… O quizás sea un cumpleaños donde especialmente ellos son los invitados de honor…