jueves, diciembre 20, 2007

La felicidad plástica

Este artículo lo había publicado anteriormente en la revista Cañasanta (Canadá) y en La Lupe. Pero al momento de escribir estas líneas ambos portales estaban suspendidos, así que dicho texto decidí finalmente publicarlo en Carta Náutica (fuente: Ludomecum)


Una entrevista de la BBC nos hizo conocer al profesor Tal Ben-Shaler, cuyas clases de Psicología Positiva son las más populares entre los alumnos de la Universidad de Harvard porque les enseña cómo ser felices.

Según Ben-Shaler este curso «se centra en la felicidad, la autoestima y la motivación» y les da a los estudiantes «herramientas para conseguir el éxito y encarar la vida con más alegría».

De dicha entrevista desprendo algunas ideas principales de este académico: cambia tu visión del mundo y tus estados de ánimo e incrementaras tus niveles de felicidad; no te enfoques en lo negativo sino en lo positivo.

Ben-Shaler dice que «la principal lección para mis alumnos es que
la felicidad está en nuestro estado de ánimo» y no niega que las circunstancias externas son importantes porque «a una mujer que vive en Darfur, Sudán, se le haría difícil alcanzar la felicidad, pero más allá de las condiciones y las libertades básicas, la felicidad hay que encontrarla en nuestro propio estado de ánimo». Por la repetición de ciertas frases, bien podríamos afirmar que toda la idea de felicidad de este profesor se funda en el estado de ánimo.

Digamos que soy un buen alumno de Ben-Shaler y aplicaré su filosofía como la he entendido. Debo primero enfocarme en lo positivo para cambiar mi visión de las cosas, sentirme bien y, así, ser feliz y finalmente lograr el éxito. Estas ideas son muy interesantes y también ciertas, el problema es que tengo el mal hábito de siempre ponerme de abogado del diablo.

Si la felicidad depende sólo del estado de ánimo, no me sorprende que muchos piensen que ésta se reduce sólo a momentos tan breves y deslumbrantes como los fuegos artificiales.

A veces podríamos no sentirnos nada bien, y cambiar nuestra visión del mundo sería casi imposible porque la realidad que podría rodearnos sería tan negativa que no tendría ningún aspecto positivo donde enfocarnos. Es verdad que autoestima y motivación son importantes, pero estás serán muy frágiles si sólo se basan en un buen estado de ánimo. No se preocupen, no soy pesimista, sigan leyendo…

No niego que las teorías de Ben-Shaler son interesantes y encierran muchas verdades, pero parecieran sugerirnos que en el fondo la felicidad se reduce a sentirnos bien, a sólo enfocarnos en lo positivo de la vida y cosas similares, algo que sonaría a chiste cruel a la misma mujer de Darfur citada como ejemplo por él mismo.

Sí creo que la felicidad existe; pero también,
que ésta no se reduce a efímeros momentos ni tiene como condición imprescindible un buen estado de ánimo. Sé que muchos pensarán que estoy loco pues ¿cómo podríamos ser felices sin sentirnos bien? Todo depende de qué entendamos por felicidad, de la que desarrollaré conceptos con los que me siento más seguro, aunque no sean perfectos, pues tampoco pretendo crear una nueva filosofía, y entiendo que cada quien tiene derecho a imaginar la felicidad que más guste.

La felicidad no la asocio tanto a esos momentos fugaces de tanta excitación que sentimos el pecho henchido a reventar. Claro, quién no gusta de esas situaciones placenteras cuando por ejemplo se concretan ciertos sueños, pero ¿al punto de estar tan
embriagados de dicha que después no podamos concentrarnos en nuestras obligaciones cotidianas o terminemos envaneciéndose, lo que sería hasta contraproducente? Claro, es muy legítimo alegrarse y todos no somos iguales: algunos son más calmados y otros, tan emotivos que los momentos tristes o felices los sienten con mayor intensidad que el resto, algo que podría serles perjudicial para la salud por ser ya muy sensibles o por su edad avanzada.

Sin tampoco ser extremistas, en las buenas o en las malas siempre lo mejor es estar sereno y evitar esos
estados alterados de conciencia, aun cuando nos hagan ver todo de color de rosa, y es que si la extremada tristeza nos hace ver las cosas más oscuras de lo que son, la extremada alegría tampoco es que nos haga demasiado objetivos, quizás por eso la sabiduría popular nos enseña que los extremos son malos…

Por eso tal vez la felicidad me parece más reposada, más una certeza del sentido que tienen las cosas que hacemos, tengan o no éstas los reconocimientos o resultados esperados; felicidad que así entendida podría ser más duradera y carente de esa angustia de perderla por esos azares de la vida, como el desempleo, una frustración amorosa, un mal negocio, etcétera… Y aquí diré algo que sonará incoherente para algunos:
quizás podamos ser felices sin que siempre tengamos que sentirnos bien. Es decir, no está mal sentirse bien pero no es el único síntoma para medir la felicidad. Me explico, podemos sentirnos muy bien por ejemplo consumiendo drogas o teniendo una vida promiscua, pero estando en el fondo muy vacíos, solos e infelices, paradoja que me sugiere que tal vez la felicidad no consista sólo en sentirse bien, sino sobre todo en hallarle sentido incluso a las adversidades y sacrificios aunque nos sintamos pésimos…

Incluso si creyéramos que la felicidad no son breves momentos sino un eterno sentirnos bien, bien podríamos caer en una ficción, porque malos momentos los tienen hasta aquellos con todo lo presuntamente necesario para jamás sufrir… También podríamos asociar erradamente felicidad con riqueza, que indudablemente ayuda mucho, pero si somos pobres ¿estaremos entonces condenados a la infelicidad porque no hay muchos
motivos tangibles para sentirnos bien? Y ojo: no digo que el dinero no ayude, pero tampoco garantiza nada…

Como ya dije, más que meros
sentimientos, la felicidad me parece más reposada, equilibrada y asociada con el sentido encontrado en las cosas que hacemos, pero esa tranquilidad no es el letargo del opio; no es evadir la realidad como avestruz que esconde la cabeza en un hoyo sin importarle que el mundo estalle en mil pedazos; no es negar las inevitables tristezas de la vida, sino hallarles a éstas un sentido.

Tranquilos: ya dije que no soy un pesimista, pero creo que me dejaré entender mejor filosofando menos y siendo más concreto.

A veces por más que queramos es difícil enfocarnos sólo en el lado positivo de la vida, porque quizás éste no exista por situaciones demasiado adversas (y no necesariamente porque estemos en un campo de concentración nazi sino en situaciones más
ordinarias como el desempleo), pero incluso así, a lo que siempre podemos aspirar es a hallar un por qué y un sentido a esas contrariedades.

Por ejemplo, la hipotética mujer de Darfur mencionada por aquel profesor de Harverd. Ella quizás pudiera estar padeciendo la amenaza de una limpieza étnica (al menos eso sé de esa región por algunas noticias), pero bien podría tener un hijo en los brazos que le dé sentido a su lucha por vivir. No niega la realidad pero tal vez sueña con ver a su bebé crecido, casado y rodeado de hijos; tal vez entiende que esas adversidades bien podrían servirle para fortalecer su coraje y, así, superar desafíos mayores, pues las situaciones difíciles pueden ser curiosamente verdaderas instancias de crecimiento personal, donde bien podríamos desarrollar capacidades que de otra manera se hubieran obstruido y que nos serían útiles incluso para lograr metas con las que probablemente antes no hubiéramos ni soñado. Es más, esta mujer de Darfur tendría razón más que suficiente para seguir queriendo vivir con la certeza de que las cosas siempre ocurren por algo, de que siempre subyace un porqué a descubrir aun tras situaciones tan crueles que excedan incluso los límites de la razón; certeza que finalmente es una forma de conservar la Fe en la vida…

Y esto me lleva a otro punto, el solo hecho de saber que nada ocurre por caótica casualidad sino
que todo siempre responde a un porqué, bien podría hacernos enfocar positivamente hasta los peores problemas, y esto no es caer en un ingenuo optimismo ni negar alguna cruda realidad, sino contrariamente nos exige afinar la capacidad de comprensión… Créanme: dos personas con los mismos problemas los enfocarán de manera diferente si una cree que todo es azar caótico y la otra, que todo tiene siempre un porqué, y esto último es mucho más que sentirse bien, es encontrarle sentido incluso a la vida más difícil, algo que permite vislumbrar oportunidades aun en las peores crisis…

Bajo esta lógica, nadie niega que dicha mujer de Darfur sentirá miedo y sufrirá, pero paradójicamente también podría estar tranquila, si sabe que hasta las vidas más complicadas siempre tienen un sentido, un porqué, y eso es mucho más de lo que podrían pedir muchas divas del Cine que terminaron suicidándose por su gran vacío existencial, aun cuando tenían todo para ser felices: dinero, belleza, éxito…

Y esto me lleva a otro punto,
la felicidad no es tanto un sentimiento de bienestar como la certeza de que todo en la vida tiene un sentido aunque a veces no lo encontremos por ningún lado, pero teniendo la certeza de que existe; sentido cuyo desafío es casualmente descubrirlo, razón más que suficiente para seguir viviendo. Nadie le esta pidiendo a esa mujer de Darfur que tenga un buen estado ánimo pero siempre puede aspirar a ese sentido vital, y eso es mucho más de lo que consiguen muchas estrellas Hollywood con todo el dinero del mundo. Allí tenemos a la célebre Marilyn Monroe, encontrada muerta en su habitación con un frasco vacío de pastillas para dormir. Claro, las teorías conspirativas dicen que habría sido asesinada por las altas esferas del poder, pues sabía demasiado, pero no es novedad para nadie que feliz no era la hermosa rubia…

Otro error bien podría ser
confundir felicidad con éxito entendido como ahora: trofeos, reconocimientos, primeras planas, flashes de fotografías. Si eso es felicidad y éxito excluiríamos a muchos, incluso contentos con su anonimato, con razones suficientes para sentirse felices y exitosos sin encajar en esos estándares de supuesta felicidad. Eso explicaría la presión que muchos jóvenes japoneses deben sentir tan prematuramente para concretar tales ideales de éxito, desde que algunos de ellos suelen organizar suicidios colectivos, tras contactarse en ciertos sitios de la Red, fenómenos muy preocupantes porque más que casos aislados ya parecen verdaderas tendencias, a juzgar por las noticias…

Incluso recuerdo cierto pasaje de la película
Bowling for Columbine (2002). Allí Michael Moore entrevistaba a un joven de esa localidad, donde unos adolescentes perpetraron allí una masacre (1999). Aquella entrevista me sugirió que aquellos precoces criminales seguro crecieron en un entorno donde debían sacar altas calificaciones o ser grandes deportistas o muy populares, y si no serían de por vida unos perdedores (unos loosers) y ya no tendrían nada a qué aspirar. Todos sabemos que eso es falso, pero para un adolescente, con poca madurez y muy sensible, estas presiones son muy dramáticas. Entonces, comprendiendo que nunca llenarían las expectativas de padres y maestros y de la sociedad en general, aquellos jóvenes lunáticos de Columbine bien habrían buscado ser valorados de otras formas más siniestras. Esto no justifica en nada lo que hicieron pero bien podría ser una aproximación al problema: tal vez si algunas personas descubren que jamás serán valoradas según los criterios impuestos por la sociedad, no necesariamente los mejores o más justos, entonces el reconocimiento bien podrían buscarlo por caminos errados y quizás hasta terribles… Claro, con un acto criminal sólo se gana el rechazo, pero ¿acaso eso no sea para algunos un recurso desesperado para lograr una atención que nunca hubieran logrado de otra forma? Estos jóvenes que masacraron a sus compañeros en Columbine bien pudieron concluir, llevados por una alienación de niveles patológicos: «Si nunca seremos los más populares ni con las chicas ni en los estudios ni en los deportes, entonces seremos los mejores Serial Killers…». Entiendo que esta afirmación pueda parecer controvertida, reductiva y hasta chocante, pero no pretende ser más que una de tantas aproximaciones a un problema mucho más complejo, como ya dije, y nos hace preguntarnos si acaso no debiéramos plantearnos una felicidad más auténtica y sólida, que no obligue por ejemplo a una adolescente a conseguir aceptación volviéndose anoréxica o tiñéndose el cabello de rubio para entrar, muchas veces sin éxito, en cánones de belleza ficticios, estrechos y tal vez condicionados por intereses económicos. Una amiga narraba en su blog como ciertas tiendas por departamentos vendían tallas cada vez más pequeñas de ciertas prendas femeninas, algo que volvería a muchas jóvenes potenciales clientas de muchos gimnasios, y sólo para poder usar lo que está de moda: si esas no son presiones no sé qué más podrían serlo; presiones a las que son más vulnerables los jóvenes en sociedades cuyas concepciones de éxito son tan angostas como el consumismo o la belleza; presiones con las que frecuentemente no tienen madurez y criterios para lidiar, de allí que sean tan importantes temas aparentemente muy etéreos como la auténtica felicidad, algo que empezaría con un cambio de la cultura contemporánea, porque si la felicidad radica en ser bello, adinerado y consumista, pues la gran mayoría de jóvenes se sentirán excluidos, y no es que por ello terminen siendo Serial Killers, pero hay otras válvulas de escape que no por ser menos espectaculares son menos nocivas: el éxtasis, el alcohol, las opciones políticas radicalizadas y hasta subversivas, según cada realidad socioeconómica…

No se trata de ponernos dramáticos, sino de precisar que quizás muchas de estas tragedias mencionadas se evitarían si aspiráramos a una felicidad que no por más realista sería menos atractiva. Una felicidad entendida pobremente afectaría incluso a sus aparentemente favorecidos, volviéndolos adictos a un éxito que finalmente les sería tan efímero como la juventud, la belleza o un cuarto de hora de fama; éxito con cuyo declive no sabrían cómo lidiar por el vacío que sentirían y que sería muy similar al síndrome de abstinencia de un fármaco dependiente: no olvidemos lo adictos que suelen volverse ciertos artistas a los aplausos…

Quizás el secreto de la verdadera felicidad resida en entender que en la vida pocas cosas son realmente imprescindibles (la familia, los hijos, una vocación, un ideal) y que lo demás va y viene; pocas cosas pero más estables, duraderas y seguras, y de allí que podamos vivir más tranquilos sabiendo que esa felicidad no será deslumbrante, aunque sí atractiva y más sólida.

Como repito por enésima vez, no es que sea un pesimista, pero hay algunos conceptos de felicidad que me parecen demasiado plásticos para mi gusto…


Fuentes:

Cfr:
En Harvard se aprende a ser feliz
BBC de Londres
27 de abril de 2006

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Martín,
No quería dejar que pasara el año sin desearte buenas fiestas y buen comienzo del 2008. A ver si en los 12 meses que vienen todos logramos ser un poco más felices.

Martín Palma Melena dijo...

Estimado Matías

Me dio mucho gusto que con este comentario me tuvieras presente en estas Fiestas. También quiero expresarte mis más sinceros deseos de que disfrutes esta Navidad en compañía de tus seres queridos y de tu familia. Y que el 2008 todas tus aspiraciones se concreten

Un fuerte abrazo navideño

Martín

Hilda dijo...

Mi estimado Martín, veo que te encanta cuestionar y hallarle sentido a cosas complicadas, esa quizás sea la razón por la cual escribes artículos tan interesantes.

En lo personal yo cuestiono muchísimo a las personas que imparten conferencias sobre superación personal y esas cosas, rara es la que me gusta y raro es el libro que me agrade sobre ese tema. La razón es sencilla, no siempre la visión de una persona es la correcta y en ocasiones deforma la realidad. De hecho he sido testigo de varios casos y he protestado, jajaja.

Con respecto a tu artículo, excelente en verdad. Reducir la felicidad a un estado de ánimo es como reducir el amor a solo sentimiento. De hecho este artículo me recordó mucho al que escribiste sobre el amor etéreo.

Creo que en la medida que encontremos un verdadero sentido a la vida, al dolor, a la alegría, a las circunstancias y experiencias será más fácil vivir aunque eso sea quizás sea la labor más difícil.

Coincido plenamente contigo en todos tus planteamientos. Si ser feliz fuera sentirse bien, cualquier narcotraficante, ladrón, asesino, etc., sería feliz con lo que hace y por tanto sería correcto lo que hace. Y no es así.

Si solo se enfoca uno en lo negativo, sería como negar la existencia de la sombra y no solo la luz existe.
Y efectivamente los excesos son malos. La tristeza o la felicidad exageradas pueden provocar enfermedades. Una tristeza profunda provoca depresión, una felicidad exagerada infarta a cualquiera. ¿Acaso no han tenido infartos quienes se sacan la lotería? Y no digo que sacarse la lotería no sea genial. El problema es no modular las emociones.

Eso de la moda, me hizo recordar que en mi país está de moda los pantalones a la cadera. Claro, una chica con cinturita se ve genial, pero quien no la tiene, con esos pantalones se desparrama y no le veo nada de atractivo a eso. Dicen bien que en la moda lo que te acomoda.

Comentaba hoy con Marta en su blog que creo que hemos idealizado la felicidad aunque lo más correcto sería decir que la hemos falsificado. Damos demasiada importancia a ser felices pero no sabemos en realidad qué es felicidad.
La basamos en el tener y no el ser. Riqueza, éxito, promiscuidad, son sinónimos de haber logrado todo en la vida. He ahí la razón de porqué los cánones de éxito provocan tanta infelicidad, he ahí porque tanta gente no encuentra otra salida para su dolor más que en las drogas. Vivimos una felicidad falsa!!!

Dímelo a mí que en mi comunidad médica soy tachada de "perdedora" porque no estoy en un hospital ganando los millones. Si supieran lo feliz que soy ejerciendo la medicina curativa (en mi consultorio) y la medicina preventiva (dando clases). Y soy feliz no por el dinero, sino por la satisfacción de ayudar a los demás. Y eso no es efímero.

Creo que la clave está en estar conciente que el dinero, el éxito, etc., son fugaces, que las cosas materiales, van y vienen y que lo único verdaderamente importante en esta vida y que es lo único que nos llevemos, es el grado de superación espiritual que hallamos logrado. De hecho creo que a Dios no le importará que posición económica, tuviste. Yo creo que le importara más saber qué hiciste para trascender.

Ay Martín, discúlpame, otra vez me salió un comentario enorme, pero que quieres, tus artículos en verdad me provocan mil y un reflexiones. Procuraré escribir menos.

Un saludo enorme, Hilda

Martín Palma Melena dijo...

Estimada Hilda

No me queda más que agradecerte por tus aportes y por tus siempre esmerados comentarios, los que me suscitan algunos apuntes:

1.- Es tan relativo el término «perdedor». A los que en tu gremio profesional te llaman «perdedora», habría que preguntarles qué entienden por ese término, por felicidad, por éxito…

2.- Es verdad que se ha falsificado la noción de felicidad, así como la de la Navidad o la del amor… Quizás algunas de estas ideas ya están en mi artículo (el que escribí hace tiempo), pero la felicidad más que con un sentimiento la asocio: con el sentido en lo que hagamos e incluso en las adversidades; con la estabilidad; con la serenidad; con cosas más sencillas pero perdurables… En fin, ya no quiero repetirme a mi mismo… =)

En todo caso, no tienes qué disculparte. Y como repito: bienvenidas serán siempre tus reflexiones…

Saludos

Anónimo dijo...

¿Estudiaste psicología? escribes muchos post de sentimientos y cosas asi.

Gio dijo...

Felicidad?? qué es eso???

Martín Palma Melena dijo...

Hola, Gio

Quizás eso sea algo más sencillo de lo que crees =)

JoseAngel dijo...

A mí también me disgusta a veces la felicidad de los otros, y no sólo por envidia... Pero ¿cómo argumentarle a alguien que se considera feliz que en realidad no es feliz? Pocas cosas hay más imposibles, y quizá más inútiles también.

Papeto dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con Hilda. En lo personal, ni siquiera creo que merecen la categorización de "literatura" esos pseudo librillos de superación personal o esos manuales donde te enseñan cómo volverte rico con sólo una sonrisa.

Como tampoco creo que la felicidad sea simplemente un estado de ánimo, eso sería banalizar las expresiones o manifestaciones del ser emotivo del que todos estamos también compuestos.

Una vez escuché a un pastor decir que al principio puede que las parejas se unan por amor pasional, pero que después lo que las unirá todo el resto de sus vidas es el compromiso construído a través de la cotidianidad, es decir, se alude a algo más grande que la simple emoción o estado de ánimo; algo así creo que opiné en tu artículo del Amor Etéreo si no estoy mal.

Me parece además de muy intersante profundo tu análisis. No te quedaste con el papel del envoltorio del concepto, pero tampoco posaste de filósofo en el tema. Ser feliz es no solo una emoción, sino más bien una actitud frente a la vida, que no tiene nada que ver con las circunstancias externas. Esta actitud es lo que algunos han dado a llamar resiliencia en su sentido más amplio.

Puedes tener todas las desgracias de la vida, y vivir con tu familia en una piecita sufriendo mayores necesidades físicas, pero con tu actitud puedes lograr que el sol entre a raudales por la ventana. Vemos entonces que también en esto participa otro componente, el de la voluntad.

Para simplificar la cosa, recuerdo haber visto esta metáfora en algún lugar de esos que suelo navegar en la red: una curiosa ilustración en la cual se veía un tren en un muro. Mostraba como la máquina de vapor la palabra de Dios (es decir la Biblia), seguía la voluntad humana y estaba de último el estado de ánimo. Era una síntesis del mensaje de la Biblia en el sentido de que estamos construídos de tal manera que podemos decidir actuar de acuerdo a nuestros principios independientemente de nuestro estado de ánimo, que finalmente iba a terminar siguiendo el libre acto voluntario de la persona.

Para terminar y apuntalar tu reflexión, Martín, recuerdo una borrosa escena de una película (creo), donde se discutía la diferencia entre el hombre de moral y el ético. El hombre de moral sabe que engañar a su esposa no está bien pero lo hace; mientras que el ético lo sabe también y jamás lo haría. ¿Cuál de los dos tendría una vida plena, y por tanto, feliz?

Un abrazo desde Colombia.

jesus alfaro dijo...

Escribo con cierto retraso este comentario, Martín; porque acabo de encontrármelo (no entro con frecuencia a Google+). Debo decir que estoy de acuerdo cien por ciento con tus precisiones a los temas referidos. Me alegra que haya gente que te deja comentarios en el mismo sentido. Me ha hecho pensar que no todo el mundo está pesimista respecto a la felicidad, a pesar de los pesares.

Martín Palma Melena dijo...

Estimado Jesús

Me alegra mucho que coincidamos en el tema de la felicidad. Sólo me resta agradecerte por la visita y por tus palabras...

Muchos saludos