
Una original caricatura de Gustav Flaubert, autor de Madame Bovary. Ilustración: Loredano. Fuente: El Boomeran (g)
Madame Bovary (1857) es una novela que aborda el adulterio pero que no debe ser reducida solamente al adulterio, tema quizás más resaltado debido en parte a que este libro ni bien lo publicaron fue empañado por el escándalo, al punto que tanto Flaubert como su editor enfrentaron un proceso legal en el que fueron acusados de inmorales pero del que terminaron absueltos… Aunque aun así esta obra siguió siendo estigmatizada durante mucho tiempo.
Sin embargo, desde que la han considerada una de las mejores de Gustave Flaubert (1821-1880) y de
II
Antes que nada, esbocemos un breve itinerario de cómo Emma va decepcionándose de su relación.
Ni bien casada con Charles Bovary, la protagonista no experimentaba el amor tal y como se lo prometían sus lecturas adolescentes: «Emma intentó saber entonces lo que se entendía exactamente en la vida con las palabras felicidad, pasión o embriaguez, que tan bellas le habían parecido en los libros» (Flaubert 66).
Ni bien casada también, nuestro personaje ya comenzaba a sospechar que quizás amor propiamente nunca había sentido por su ahora esposo: «Antes de casarse había creído estar enamorada, pero como no había llegado para ella la felicidad resultante de aquel amor, pensaba que seguramente se había equivocado» (Flaubert 66; mis destacados).
Y en páginas posteriores, en el transcurso de su matrimonio, ella llegó a un punto en que ya ni siquiera se cuestionaba qué era lo que precisamente sentía por su pareja: « (Emma) no se preguntaba si realmente le quería (a Charles)» (Flaubert 146; mis paréntesis).
En definitiva, el amor simplemente nunca se había manifestado con los síntomas que
En síntesis: la protagonista llegó a observar con mucha lucidez el contraste entre su gris vida conyugal y sus amores de ensueño, motivo de gran insatisfacción que se buscó evadir de una manera: la infidelidad, pero no nos adelantemos…
III
Algo debemos destacar: aunque a ella no precisamente la presionaron, su compromiso nupcial por lo menos estuvo condicionado o inducido (por esas sutiles formas en las que suelen operar las presiones sociales); sin embargo, bajo cualquier punto de vista,
Si Emma era una mujer muy imaginativa y sensible y Charles muy rutinario y reposado, pues era más que previsible eso que ahora acostumbra a denominarse incompatibilidad de caracteres…
Incluso, en una pareja dos personas pueden ser opuestas; pero muy armónicas y complementarias, pues un cónyuge puede emitir frecuencias tal vez distintas que sin embargo el otro cónyuge siempre podría sintonizar; frecuencias inexistentes en los Bovary.
IV
Como ya habíamos indicado, la protagonista iba observando con mucha lucidez el contraste entre su gris vida conyugal y sus amores de ensueño; lucidez más agudizada aún por una gran sensibilidad e inteligencia y creatividad…
Por tanto, en aquella mujer, la vida real era más gris que la del promedio; las fantasías más agitadas también que las del promedio. Entonces, ambos polos jalaban en direcciones opuestas, y Emma vivía así una tensión que ignoraba cómo resolver y que la hacían sentirse fracturada y que ya resultaba insostenible: ante tales circunstancias, las infidelidades se tornaron en una forma de evasión…
Y ojo: únicamente deseo comprender a esta mujer y no centrarme en el adulterio ni justificarlo; más bien, en aquella dama el adulterio era sólo un síntoma de otros problemas que estaban en el fondo y que pasaremos a analizar.
V
Una verdad de Perogrullo: nosotros siempre sentiremos un contraste entre nuestras locas ilusiones y el mundo verdadero; contraste al que todos no toleramos con igual fortaleza ni percibimos con igual claridad…
Algunos somos más sensibles y otros más prácticos y por eso es muy variable nuestra capacidad de tolerar la frustración ante tal contraste; capacidad que dependerá de qué tanto estemos pisando tierra. Y esto sugiere en nosotros una tensión constante y no mala en sí misma según como la resolvamos, esto es: debemos ser realistas pero tampoco por eso debemos renunciar a soñar.
VI
Y ¿qué sucede si en mayor o menor grado la realidad ya nos resulta insoportable?
En tal supuesto, podríamos no buscar solución alguna sino recurrir a evasiones que en casos extremos podrían degenerar ya en una severa alienación: aunque debe diferenciarse entre evasión y alienación.
Las evasiones en sí mismas no son malas: las recreaciones diversas son evasiones que nos hacen descansar de nuestra rutinaria vida, con la que no obstante nunca debemos perder contacto, pues al mundo exterior siempre hay que tenerlo como referente, pues de lo contrario ya caeríamos en la alienación.
Y es que la alienación ya sería una evasión tan radical que equivaldría a una fuga total de la realidad; fuga con ribetes ya patológicos en casos muy drásticos, de allí que en un sentido coloquial hablar de locos y de alienados mentales nos parezca casi lo mismo (pero este punto prefiero ya dejárselo a Freud o a Lacan).
Sin embargo, cuando menos nos aceptamos (dada una baja autoestima), cuando menos nos reconciliamos con nuestra realidad (no siempre cruda ni siempre bella pero siempre alejada de nuestras más afiebradas fantasías), pues podríamos buscar evasiones gradualmente más intensas y/o fuertes que bien podrían derivar en la ya apuntada alienación o que bien podrían ser hasta auto-destructivas, tales como por ejemplo las drogas o el alcohol o el sexo por el sexo o la violencia (como la de las pandillas o los grupos subversivos o hasta fundamentalistas) o la infidelidad conyugal, caso éste último referido precisamente al de Emma Bovary…
Aunque lo anteriormente escrito ya se referiría al peor de los escenarios, pues aun cuando todo lo veamos muy oscuro, siempre puede haber soluciones, así que sigamos leyendo.
VII
Nuestra vida a veces podría parecernos muy cruda o tediosa, y si la contrastáramos con nuestros anhelos más bellos, probablemente acabaríamos amargados, situación ante la cual no hay fórmulas generales aunque algunos criterios pueden ensayarse.
Para empezar, a la realidad tal cual todos debemos aceptarla, y esto no significa caer en el abandono y la apatía, pues si de algo sirven los sueños no desvariados sino legítimos es justamente motivarnos a cambiar en este mundo sólo aquello humanamente posible con un ánimo no de resignación sino de reconciliación: la resignación podría conducirnos a terminar estando muy disgustados con la vida; la reconciliación consiste en buscarle algún sentido al mundo para saber cómo enfrentarlo y para así aligerar nuestras tristezas.
Por otra parte, en ese mismo espíritu de reconciliación, debemos aceptarnos a nosotros mismos con nuestras fortalezas y debilidades, porque para cambiar aquello humanamente posible, debemos primero diferenciarlo de aquello ya humanamente imposible, y así poder aceptar al mundo como es, para poder recién cambiarlo, aunque de una forma más realista, algo que nos dará hasta más serenidad, porque si algo podemos modificarlo para qué preocuparnos y si algo no podemos modificarlo para qué preocuparnos, tal y como reza un viejo refrán.
Muchas veces nos resentimos con el mundo, porque no toleramos aquello imposible de cambiar: acaso una forma de no querer admitir cuán limitados somos; acaso también una forma de ser orgullosos…
VIII
No pretendo presentar a
Y esto porque tanto hombres como mujeres (y de todo tiempo y lugar) somos un poco como Emma y experimentamos esa tensión entre nuestro mundo ideal y nuestro mundo verdadero; tensión no mala en sí misma según cómo la resolvamos.
Al igual que la protagonista, todos tenemos vacíos, aunque la diferencia está en cómo los llenemos o en que siquiera las evasiones buscadas sean creativas o hasta edificantes y no nocivas…
Nuestros sueños pueden ser muy hermosos pero ¿qué costo tendrán para nuestros seres más cercanos y para los otros en general y hasta para nosotros mismos? Sí: siempre hay un costo cuando no se acepta la realidad.
Por ejemplo, Emma tenía una insatisfacción muy comprensible y era muy inteligente y sensible e imaginativa y percibía por eso con mucha nitidez su estado y su frustración, aunque no vio el cuadro completo ni previó por tanto el daño directo o indirecto que acabó ocasionando a Charles y a su hija, Berta.
Y esto porque la sensibilidad es a veces un arma de doble filo: podría afinar nuestros sentidos aunque obnubilándonos; podría ser como un telescopio que a veces nos hace enfocarnos muy nítidamente en un punto pero que también nos impide ver el cuadro completo.
Basado en este personaje de ficción, el psicólogo francés Jules Gaultier acuñó el término Bovarismo, al que define así: «la evasión en lo imaginario por insatisfacción» (cit. en Vélez Sierra 124-125). Aunque él a este concepto lo calibra con más precisión: «La distancia que existe en cada individuo entre lo imaginario y lo real, entre lo que es y piensa que se es» (cit. en Vélez Sierra 125).
Como repito, con esto no insinuó que Emma hubiese tenido problemas psicológicos o algo así. Más bien, todos adolecemos de Bovarismo en mayor o menor grado y podríamos eventualmente estar tentados a evasiones diversas y no siempre saludables; evasiones entre las que no estarían solamente la infidelidad conyugal.
Y esto porque si algo quiero volver a sugerir en este trabajo es lo siguiente: en nuestra protagonista el adulterio es sólo la punta del iceberg de una serie de vacíos de los que finalmente nadie está librado
Así, el reto que todos tenemos en esta vida es cómo lidiar eficazmente con nuestro Bovarismo, pues en cierto sentido: todos somos un poco Madame Bovary, al margen de nuestro sexo y no porque necesariamente seamos adúlteros...
---------------------
Bibliografía:
Vélez Sierra, Nelly. «En los 150 años de Madame Bovary, 1857-2007. Diseño de un personaje: Madame Bovary». Pensamiento y cultura [Vol. 10] (2007): 123-137
Flaubert, Gustav. Madame Bovary. Madrid: Ediciones Nájera, 1983. 439 páginas.
----------------------------