Cada 24 de diciembre, mi madre solía llevarnos a pasear desde muy temprano a mí y a mis hermanos porque nos decía: «El Niño Dios es tímido y no le gusta ser observado cuando deja los regalos al pie del árbol navideño». Mi padre no nos acompañaba porque esa fecha debía trabajar hasta el mediodía, aunque siempre se las ingeniaba para darnos el alcance horas después…
Cuando regresábamos a casa a las 5 de la tarde, mi madre nos advertía con mucho recogimiento: «El Niño Dios ya nos visitó porque los regalos están al pie del árbol, pero los repartiremos a la media noche». Esos comentarios avivaban mis fantasías: imaginaba a un Niño Jesús en pañales que, arriesgándose, había trepado casi clandestinamente la ventana de mi casa para traernos los juguetes. Por tanto mi entusiasmo en Navidad consistía en recibir un obsequio que había deseado por mucho tiempo y que, además, había estado en Sus Manos. Es decir: estaba tocando algo que el Niño también había tocado.
Aunque en aquel entonces sabía que el Niño entraba a nuestro hogar con conocimiento de mis padres, eso no le restaba méritos porque igual corría riesgos exponiéndose a muchas cosas. ¿Qué tal si los vecinos lo descubrían al entrar en pañales por nuestra ventana con nuestros juguetes bajo el brazo? ¿Cómo hubieran reaccionado ante tal situación? Pero esas dudas me las despejó mi madre explicándome que en realidad el Niño no entraba sólo a nuestra casa sino a todas las casas, así que no sólo los vecinos sino hasta los policías lo reconocerían si lo veían… Entonces le pregunté a ella cómo hacía el Niño para distribuir regalos en todos los hogares del mundo en pocas horas. Me contestó que Él podía hacerlo porque tenía el don de la ubicuidad: podía estar en todos los sitios a la vez… También le pregunté por unas medias rojas con franjas blancas que solían ser parte del decorado navideño. Pero esta vez sólo me respondió que en algunos países el Niño Dios dejaba los regalos allí…
Mis dudas comenzaron aquel diciembre en que ya tenía cinco años. Las celebraciones navideñas estaban próximas y mi familia fue a visitar a unos tíos: Rodolfo y Carla...
La tía Carla siempre tenía maneras originales de distraer a los pequeños para que dejaran a sus padres charlar tranquilos aunque sea por un rato. Aquella vez nos trajo para colorear unas fotocopias en blanco y negro con un dibujo de Papa Noel. Nos comentó que él nos traía los regalos para depositarlos en unas medias rojas que todos debíamos colgar cerca de nuestras chimeneas (aunque ni mi casa ni la de ella tenían una). Yo le alegué que en realidad era el Niño Jesús quien traía los regalos, los cuales colocaba al pie del árbol navideño o en esas medias rojas, según el país. La tía Carla quedó ensimismada, pero agregó que Papa Noel era el asistente del Niño Dios, quien quizás no se daba a basto para repartir tantos regalos en pocas horas a todos los niños del mundo. Yo le repliqué que eso no podía ser porque el Niño tenía el don de la ubicuidad y, por tanto, no necesitaba de ayuda alguna… Talvez la tía desconocía el don de la ubicuidad porque dijo que estaba apurada y que tenía qué hacer…
Papa Noel no me era una figura desconocida. En Navidad siempre lo veía representado en dibujos, figuras y adornos en muchas casas, auto servicios o centros comerciales. Sí me había percatado que llevaba una bolsa de regalos pero nunca imaginé que era el asistente del Niño Dios. En realidad nunca tuve razones para preguntar quién era. Quizás era el abuelito de Jesús, pero entonces debía usar sandalias y una túnica, como San José o los apóstoles, y no ese traje rojo y botas…
Ya de regreso a la casa le hice varias preguntas a mi madre. ¿Los regalos los traía el Niño Jesús o Papa Noel? ¿Por qué Jesús necesitaba un asistente si tenía el don de la ubicuidad? En la disyuntiva entre decirme la verdad o desacreditar a la tía Carla, mi madre sólo me comentó escuetamente de que Jesús traía los regalos sin ninguna ayuda y cambió de tema… Preferí no insistir…
Finalmente llegó el 24 de diciembre. Mi padre como siempre debía trabajar hasta el medio día y mi madre nos llevó a pasear desde temprano, porque supuestamente debíamos darle tiempo al Niño para que dejara los obsequios en casa: por primera vez empezaba a desconfiar de una tradición familiar, aunque no sin remordimientos…
Aquella Navidad había pedido un auto a control remoto que ya me lo tenían prometido, pero esta vez no sabía si quien me lo traería sería Jesús o su asistente. Ya no tenía certeza que el obsequio que habría de recibir hubiera sido tocado por el Niño. Algo había cambiado…
Mi madre llevó a mis hermanos y a mí a comer helados y al cine. Mi padre no pudo darnos el alcance aquella vez porque había tenido más obligaciones de las acostumbradas. Cuando estábamos en la cola para comprar las entradas, le pedí permiso a mi madre para ir al baño. Me respondió que en el cine había uno, pero como yo sentía un gran apremio miró por todos lados. El cine quedaba en un centro comercial así que debía haber un baño por algún lado… Finalmente ella divisó uno y me lo señaló diciéndome que no demorara, que no me fuera a ningún otro lado y que me estaría vigilando…
Al recorrer el patio del centro comercial, observé algunas tiendas de juguetes. Allí muchos adultos compraban obsequios. ¿Acaso ellos no querían que el Niño o su asistente dejaran los regalos para sus hijos en sus domicilios? Preferí no seguir pensando… Ya estaba llegando a mi destino cuando mi apremio desapareció repentinamente. Había una tienda por departamentos con un gran vitral, donde a la distancia vi a mi padre con una empleada que le envolvía unos regalos. Todo me quedó claro: era él y no el Niño el que dejaba los juguetes junto al árbol. Mi padre pareció sentir que lo observaba porque al girar la cabeza nuestras miradas se cruzaron… Me había visto…
Al regresar del baño le dije a mi madre que había visto a mi padre. Pero omití lo de los regalos para no incomodarla. Ella sólo me dijo parcamente que ya había hablado con él y que nos daría el alcance en la casa…
Llegamos a casa a eso de las 6 de la tarde y mi padre nos esperaba. Me llevó a un lado y me hizo algunas aclaraciones. Nunca me había mentido atribuyendo el mérito de nuestros obsequios a Niño Dios. Agregó: «Es gracias a Él que en la casa no falta nada y que he podido comprarte ese carro a control remoto». Yo le contesté que creía que mis juguetes habían sido tocados por Él. Mi padre quedó pensativo, pero contestó: «En cierto modo lo hace pero a través mío».
Aquella Navidad fue la primera vez que ya no imaginé al niño Jesús con pañales, que entraba furtivamente a mi casa. Él no necesitaba hacerlo porque los regalos me los daba por intermedio de mis padres. No por eso sentí que había perdido la inocencia ni nada parecido. Pero aun así yo nunca desmentí a aquellos niños que en las vacaciones de verano decían que Papa Noel les había traído esto o aquello… Ya con el tiempo sabrían cómo eran las cosas… Aunque si venía al caso aclaraba que Papa Noel era el asistente de Jesús…
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Cortesía de la imagen:
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7 comentarios:
Agradable, oye, y ¿porque no loe nvias al especial de blogueratura?
Mas informes en blogueratura.com
Saludos
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Eso he hecho hace poco, y gracias por la sugerencia, Enigma… Te felicito por tu serie navideña en Blogueratura, me pareció interesante sobre todo tu desarrollo sobre las tradiciones navideñas en México…
Un saludo
Me gustó mucho. A mí mi mamá me contó que Papa Noel no existía a los tres años... Que ella y mi papá me daban los regalos y el mérito no era más que de ellos. Jajaja. No creo que ese baño de realidad a tan corta edad me haya hecho daño. Como buena niñita caprichosa, lo importante era que los regalos llegaran, no el medio.
Imagino que ya desde niña eras muy inteligente y práctica… =) Y a qué niño no le interesan primero los regalos, pero hasta eso puede servir para inculcarle el sentido de la Navidad…
Es para
compadecer a estos señores que en verano rìen jojojo y se mueren literalemnte, se
mueren
de
calor
y no son
más que imitaciones de un San Nicolás Europeo... :)
***
Grax por compartir tu ciento.
Lo importante es no olvidar el sentido de la Navidad... Y esos señores vestidos de San Nicolás en épocas calurosas también me dan pena...
Saludos, Vir
Hola, que cuento mas bonito, en mi caso los regalos los traen tres magos que hace 2008 años siguieron una estrella que les llevo a un pequeño pesebre donde nacio un niño muy especial, aunque hace muchos años que me contaron eso de que no son reales yo sigo prefiriendo pensar que son ellos los que traen mis regalos y mantener esa magia tan especial de la Navidad.
Felices fiestas a todos
Laura
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