
Simon Birch (interpretado por Ian Michael Smith) y Joe Wentworth (interpretado como niño por Joseph Mazzello y como adulto por Jim Carrey) son dos menores que tienen en común el sentirse distintos en su pueblo por razones diversas: Simon tiene el Síndrome de Morquio y padece por tanto un enanismo y deformidad que se traducen sin embargo en un peculiar carisma sobre todo para con los niños; Joe es hijo natural de Rebecca (Ashley Judd) y desconoce a su padre.
Simon y Joe habitan una localidad cuyos residentes son conservadores más por una moral burguesa en la que muchas veces escrúpulo y virtud se desdibujan en prejuicio e ignorancia. En otras palabras, hablamos del típico pueblo que se aferra a las buenas maneras no tanto por convicción como por preservar las apariencias por pánico a las habladurías.
En este contexto, si bien no está en los roles protagónicos, Rebecca es un personaje interesante. Ha sido algo estigmatizada en aquel pueblo por ser madre soltera. Y por razones que ya se irán develando a lo largo de la cinta, ella no le dice a su hijo quién es el padre. No obstante, es desprejuiciada pero en un sentido positivo: tiene la capacidad de sobreponerse a las presiones sociales y maledicencias para continuar con su vida, sacar adelante a Joe y aproximarse a Simon con mucha naturalidad para darle afecto trascendiendo su aspecto físico y haciéndolo olvidar cuán diferente es.
Más aún, paradójicamente, por esa suerte de estigma que sufre, ella pareciera ser más humana que muchos en aquella localidad y haber agudizado más su sensibilidad. De allí que sabe cómo entender a Simon y cómo hacerlo sentir bien, al punto de casi representarle una madre sustituta, mientras el resto del pueblo y hasta el propio Reverendo Russell (David Strathairn) no pueden mostrar por aquel pequeño más que conmiseración o condescendencia, sentimientos que lejos de equivaler a aceptación o cariño, aumentan más todavía las barreras aunque disfrazándolas de falsos respetos o de amabilidad.
Por su parte, Simon no ignora que es distinto y que lo ven como distinto. Incluso, su padre no se esfuerza en disimularle el rechazo que le tiene. Por ejemplo, en una escena, muestra un abierto desinterés cuando el pequeño lo llama por teléfono para explicarle que todavía no ha llegado, a pesar de ya ser muy tarde, porque está en casa de Joe.
Como si fuera poco, a Simón el propio Reverendo Russell trata de desalentarlo de grandes aspiraciones. ¿Es que acaso aquel niño con Síndrome de Morquio no se da cuenta de sus limitaciones y de sus deficiencias físicas? ¿No sería mejor que fuera más conformista? ¿Eso no lo libraría de posteriores decepciones?
Sin embargo, Simon tiene la serena certeza de que ha nacido para un propósito en esta vida, para algo grande… Esto no significa necesariamente que él haya perdido la perspectiva de la realidad o que esté soñando con aventuras extraordinarias para compensar sus carencias. El pequeño sí es un soñador, pero es muy conciente de sus limitaciones y tiene los pies bien puestos en la tierra. Él es optimista sobre todo porque sea cual fuere la misión para la que haya nacido, esa misión por más modesta que sea, debe ser muy grande al ser valorada no por su espectacularidad sino por su significado.
Así, en este film observamos que cuando tenemos certeza de haber venido con un fin a este mundo, nuestras mayores limitaciones y adversidades cobran un mayor sentido y nuestra vida asume novedosas perspectivas del mundo que nos hacen tomar derroteros muy distintos que cuando sólo nos abandonamos al escepticismo.
De allí que esa sola certeza tiene repercusiones muy concretas en el presente y en nuestras conductas y decisiones más cotidianas, las que en su conjunto forjan un gran destino.
Al final de la película, gracias a Simon, aprendemos la importancia de reconciliarnos con nosotros mismos (con los que nos gusta y con los que nos disgusta de nuestra identidad), pues sólo entonces descubrimos que incluso nuestros mayores defectos (sean éstos físicos o incluso psicológicos) siempre han sido verdaderas virtudes que sólo necesitan el momento y lugar adecuado para ser canalizadas… Y aquel niño sabe que conservando esa convicción recién será capaz de asumir misiones que solo él y más nadie será capaz de realizar.
Y esto porque si cada uno de nosotros somos seres únicos e irrepetibles, entonces también existen tareas únicas e irrepetibles a las que únicamente nosotros estamos llamados. Todo esto podemos o creerlo o no, pero por el personaje de Simón comprendemos que esa sola certeza tendrá desde ya consecuencias muy concretas en nuestra vida y aun en nuestros actos más cotidianos…
Y estas tareas pueden ser no impactantes pero quizás sí muy trascendentes. Y esto porque muchas veces podemos impactar sin trascender o podemos trascender sin impactar, reflexión que no pretende ser un ejercicio de retórica, dado que hasta nuestros actos más modestos (y totalmente desapercibidos para el común de los mortales) pueden tener alcances y efectos de lo más inesperados y eficaces, cual explosión cuyas ondas expansivas ignoramos hasta dónde podrían llegar. Con una madurez bastante precoz, el pequeño Simón intuye todo esto.
Y ¿habrá nacido aquel jovencito con un propósito en esta vida? ¿Lo encontrará? ¿Cuál será? Averígüenlo… Esta producción es muy recomendable…
Datos de la película
El Gran Simón. Guión de Mark Steven Johnson. Dirección. Mark Steven Johnson. Actores. Ian Michael Smith, Joseph Mazzello, Ashley Judd, Oliver Platt, David Strathairn, Dana Ivey, Beatrice Winde, Jan Hooks, Cecilley Carroll, Sumela Kay, Sam Morton, Jim Carrey, John Mazzello. Hollywood Pictures / Caravan Pictures, 1998.